Can you take me higher?

De pié en el campo reflectando la luz, como el mismo sol, nada puede detener tu férrea voluntad, el miedo no es razón suficiente para rendirse, ese eres tú, existes porque tu destino es ese. Estás aquí para rescatarme, estoy aquí para ser parte de ti, hoy, ahora, en este efímero minuto de esta vida extraña que nos ha puesto frente a frente. Amo tu valor, amo lo que haces conmigo cada día, quiero estar en tu bolsillo para siempre, olerte, sentirte, vivirte.

Eres mi sol, un sol radiante y claro, suave y radical, que me llena, me pregunta, me ignora, me debate, me cuestiona. Eres.

El día, el cielo, el aire, el amor en cada brizna escapa presuroso como el pequeño colibrí que se empeña en tomar todo el polen y más. La maravillosa imagen de las montañas a nuestra espalda, tú, yo, el universo entero en todo su esplendor sólo para ambos. Nos convertimos en nosotros, en este preciso momento y mi voz se emociona de sólo hablarte. Hacemos una plegaria juntos y agradecemos estar, ser, respirar, crear, sentir, vivir y amar.

Desnudos en este campo verde y primordial, sentir como fue la vida al comenzar, cómo fue la existencia antes de vivir,tu mano en la mía, con la certeza de estar precisamente donde queremos. ¿Podemos ir más arriba? ¿Podemos ser más perfectos que en este minuto? Mi corazón toma una fotografía del momento. No quiero pensar, no quiero decir, ni oír ni sentir nada más que hoy y ahora. Somos, ebrios de felicidad, de amor y de verdad primordial, can you take me higher?

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Juegos

Escuchan por tercera vez la seguidilla de canciones, saben que lo que han decidido no cambiará jamás el curso de sus vidas, que existen otras vidas que deberán o simplemente decidirán vivir. Salen separados. Un beso furtivo y ya está.

La escena se repetirá varias veces ese verano, el calor y la locura de la estación ayudará a asentar este amor que exuda rabioso y permanente, que se palpa en el sudor de sus espaldas, que les hará vivir juntos y desear no haberse conocido, que les hará tener un destino en común que al cabo de los años les convertirá en amantes, amigos y hermanos. Todo junto en una sola amalgama que otros llaman vida. Compartirán un sino equivalente y por lo mismo absurdo, se amarán en cada oportunidad, porque se conocen, porque lo saben y porque pueden, con rabia, con pasión, con resignación, con olvido y con el corazón. No importará quién esté de por medio, sólo esta fuerza irrefrenable les unirá miles de veces a lo largo de sus vidas, pero ellos no lo saben en este punto. Lo sabrán más tarde o tal vez ni siquiera se den cuenta…

La celebración del carnaval ha comenzado. No han acordado nada, pero irremediablemente llegarán al mismo punto de reunión. El lugar está abarrotado, miles de brazos expectantes se alzan al compás de las canciones, Muchos se besan furtivos en las esquinas y se abandonarán al terminar la noche.

Ella llega tarde pero entera, con su grupo de amigas ruidosas y desafiantes. Atraviesan el túnel que conduce al salón principal. De pronto flashes de fotografías golpean sus ojos que recién se acostumbran a esta media luz.

Ella lo divisa a lo lejos, ebrio y decidido, rodeado de sus amigos que ríen, beben, se abrazan cariñosos, en una hermandad que extraña y primordial existirá después de este día.

Bailan todos. Juntos. Por separado. Beben todos. De pronto ella siente otro flash molestoso en sus ojos, siguiendo la luz ve que él ha escondido la cámara en su bolsillo. ¡Payaso! Dice ella molestada. Él no reparará del comentario y fingirá no haberla enfocado. Ni siquiera hablan. Ese día no se irán juntos ni se verán. Han empezado a aceptar su destino como tal y no se persiguen.

Ella sale tarde y abruptamente con sus amigas, una pelea ha empezado. Alcanzan a ver nítidamente como las sillas vuelan por las cabezas de los danzantes. Es él y sus amigos, a puñetazos con quién sabe quién. Ríe fastidiada y se marcha.

Años más tarde descubrirá las fotografías en la habitación de él y se dará cuenta de muchas cosas que hasta ahora ha pasado por alto.

The Seafarer

He boasts about had visited over than 90 countries and had been literally on the seven seas. The sun, the wind and the horizon are his guides, companions and his eagerness.
He has been living years in a life he did not seek. He arrived by accident to his door that day when they invited him to sail.
He dived in clear but traitorous ocean finding treasures hidden by centuries in the coast of his mother land.
He was in the worst sea of Europe rescuing the trace of the industry which pumps the entire world’s destiny, watching those giants arteries who fed the heart of the country, and right precisely at the same point where vikings long time ago went ashore to horrified this people for over than 100 years.
He sailed in the idyllic ocean where Captain Cook was brutally murdered and there he found some peace and a safe shore under a sunset.

He found scoundrels and pirates along together with beautiful maidens swimming naked offering their lungs full of air that kept him being in the depths of the ocean.

Then he went to the lost Mayan beaches where the gold came out from the belly of the sea itself; he also found evilness, beauty and friendship.

The Seafarer likes his gourmet food and the natural wind coming through his window. He breaths gust by gust with no pause or truce  ‘cause he is made of this same air.

He travels escaping, he escapes traveling and in the path of this hallucinatory and funny exercise he had realized sometimes life was not as nice as he possible could have imaged. There are some scars from the old routes, but the Seafarer refused to see or simply to be reminded of it. He knows because sometimes it hurts, sometimes he barely can feel it, but sometimes he is cut to pieces, his simple and strong soul.

He faced storms, crossings without sense, destiny or end and always with his smile as the best sword to defend himself from cruelty and misfortune. But for the pain of his heart there is no sword or smile worth enough for the dark memories of a land life and a lost family that put shadows in his soul.

Being close to the Seafarer one smells the sea, feels the breeze and enjoys the sun of this never ending summer which has been his entire life. Listening to never ending travel stories, maritime terms and thousands of different accents in his own voice. But also seen is the fear to not keep following the wind when he feels trapped, the irrepressible fury of the storm when he looses his patience and the soft rolling of the ocean when he loves.

Nobody gets tired of him, but inevitably he will get tired of everybody, because his spirit is made of the same storms he wants to avoid, the same blizzard which has pulled his ship and the wind itself which guided him without compass or charts to a destiny he has not chosen, because invariable all in Seafarer’s life has happened by accident.

Las Maletas

Mary ya ha levantado los platos de la mesa y nos preparamos un té de menta cada una. Gregorio y Pancho se han ido al living a mirar el canal español del cable.

Gregorio, lentamente se ha ido deshaciendo de sus posesiones por muchas razones que él enuncia con ardor y sin mucho convencimiento, pero la verdad detrás de estas decisiones es que ya ha perdido el toque. Todos sus negocios han ido acorralándolo en un mar de problemas de difícil solución. Y el que solía ser agudo y rapidísimo en la toma de acertadas decisiones ya no lo es más. Las continuas borracheras, esa adicción sin medida al alcohol que ha logrado romper de golpe y porrazo no hace mucho y naturalmente su edad, le han llevado hasta este punto. Nunca fue bueno para delegar, y nadie, pero nadie de sus parientes logró seguirle el paso, al ritmo que él requería y con la devoción que él exigía.

Sólo Mary sigue al pié del cañón en una decisión tragicómica, incluso para ella. En la cocina empieza a contarme su más reciente viaje…

Después de toda la pelotera de la venta del hotel, que fue un mal rato después del otro, a Gregorio le pagaron la millonada en billetes. ¿Puedes creerlo? Estuvo hasta las tantas en el banco contando al lado del cajero, para que no se le vaya a escapar un peso. ¡Qué obsesión! Pero bueno, gracias a Dios ya se terminó esa tontera. Mandó a buscar las maletas grandes, que estaban en el sótano y que no usábamos desde la última vez que fuimos a Miami en crucero. La empleada no las encontraba. Si yo tuve que estar en cuatro patas buscando las leseras.

En las maletas se trajo la plata, toda la plata. Qué locura, no depositar, no buscar una manera. Gregorio siempre ha creído que le quieren robar, es desconfiado.

Trajo las maletas llenas de billetes y las escondió debajo de la cama. Yo no pude dormir de puro susto pensando que cualquiera se hubiera dateado y hayan llegado a mi casa en la madrugada a asaltarnos por las famosas maletas. Qué rabia. Yo pensaba qué hago, si vienen estos tipos y te golpean con fierros en la cabeza y el perro es tan flojo y confiado, si te apuesto que los acompaña para adentro.

Así estuvimos una semana, mientras Gregorio pagaba algunas cosas y empezaba a gastarse la plata a tontas y a locas, mira la tremenda camioneta que compró, ¿para qué si ya teníamos una?. Pero bueno, yo no le reclamo nada, ¿para qué? Si se molesta y me dice hasta para mi abuela.  Y mis hijas lo secundan, que es peor.

Gregorio me dijo Mary, nos vamos a la nieve el fin de semana. Qué rico dije yo, sin tener que lavar platos y estar pendiente de la empleada y de las famosas maletas. Qué bueno, le dije, preparo todo y partimos cuando tú digas. Nos vamos mañana dijo él. Menos mal que me avisó, cuando yo siempre soy la última en enterarme…

Partimos temprano en la camioneta nueva, y no me vas a creer, pero se trajo las maletas con plata en el viaje. Si es de locura todo esto.

Certezas

Amanecen abrazados en la playa, con el sol golpeando fuerte sus cabezas y los pájaros cantando alegres hace rato. Lento se dirigen a la casa donde él se hospeda.

Luego de una ducha y un escuálido desayuno, se dirigen a la cama, frescos y sonrientes. Se miran, se tocan, se abrazan, se aman nuevamente y luego una vez más.

Él decide traer una jarra con agua fresca en caso de necesidad. Ella ríe divertida la ocurrencia y se pasean desnudos por la habitación, con el sol entrando a raudales por la ventana. Es medio día.

La música acompaña el momento y no hay preguntas ni frases comprometedoras. Sólo la fresca proximidad de sus cuerpos y su conversación certera y animada. Nada más existe, nada más existirá nunca más.

Ella lo entiende tan simple y llanamente, como si hubiera sido un secreto a voces, por mucho tiempo guardado en su cabeza. Todo lo anterior, el sufrir, el cuestionar, el dolor, todo aquello desaparece a la evidente presencia de esta conclusión. Cuando él empieza a contar lo que ha sucedido en este tiempo de ausencia, ella cierra sus labios con un beso. Realmente no importa ya.

Acaricia la cadena con el mapa de la tierra que él juró defender y piensa que no hay necesidad de sentir celos de una quimera, representada tan sencillamente. No hay necesidad de hilar más fino esta historia, porque lo que el tiempo les tenga reservado, será siempre de la misma forma. Porque ambos lo han permitido, porque también existe medida en este amor que se profesan, porque ambos han aprendido en este día soleado de verano que no hay nada más allá de este momento. Que siempre estarán juntos como están en este minuto de sus vidas, y que no importa nada más. Permanecerán juntos largo tiempo, este día y los venideros, porque así lo han decidido, porque no hay amor más grande que la libertad de poder amarse, sin preguntas, sin mañana, sin ayer y sin quizás. Así lo escriben con besos y voces entrecortadas esa tarde de verano. Pronto se dan cuenta que el agua de la jarra se ha ido. Ríen y él, amable y servicial, trae más.

El Consejero


Exhibe su voz tentadora, suave y dulce, sus tonos estudiados y correctos, cada vez que habla de negocios, de política o simplemente de la vida. El Consejero tiene la Prudencia a un lado de su escritorio, la Sabiduría al frente y la Belleza escondida en sus cajones porque no quiere ni por un segundo perderla de vista. Por años se han encontrado en el mismo lugar, la misma oficina, el mismo ritmo pausado. Día tras día, sólo con contadas ocasiones que se ausenta y en los que disfruta de secretos placeres que para nadie son relevantes, sólo para él.

Responsable y comprometido, hombre de negocios agudo y certero, juzga con la mirada y rara vez se equivoca, estudia en un instante una propuesta y automáticamente sabe si es buena o una basura enfundada en fino papel. Amante hijo,el mayor de los hermanos de su aclanada familia, cariñoso y preocupado. Jefe amable y considerado, siempre con la palabra correcta, la palmada en la espalda precisa, el regalo indicado, el asenso esperado. Puntal fundamental, existe desde el principio en este universo finito de la empresa que juró defender como suya, aunque claramente no lo es. Mucho ha cambiado desde aquella tarde de otoño que él, siendo sólo un chico, llegó temeroso pero lleno de vigor a hacerse cargo. Porque así es, se hace cargo y cuando se hace cargo todo el mundo respira, porque en sus hombros anchos y fuertes descansa el mundo entero, como Hércules sosteniendo al globo, como el mismo Zeus a cargo de la bóveda celeste.

Muchas veces le han preguntado quién lo sostiene a él y recuerda silencioso la hermosa casa en los bosques, donde ardillas, ciervos y a veces osos curiosos llegan a visitarle. El silencio del lugar vale su peso en oro para el Consejero, que no se cansa de decir que no le importa que esté lejos, que tenga que conducir como un demente, levantándose a las horas más insanas, sólo para llegar a seguir sosteniendo este globo esquivo y desordenado que se caería a pedazos de no contar con él.

Cuando sonríe lo hace desde el fondo de su corazón, que no se cansa de latir todos los días. Existe, desde el fondo de su alma que no se cansa de buscar prudencia y equilibrio. Vive, respirando el aire puro de su bosque encantado, disfrutando la familia sencilla, los placeres hogareños, el día a día, bucólico pero cierto. Sin embargo, el Consejero tiene un secreto, tan bien guardado en su bolsillo, cerquita de su corazón, que nadie, nunca jamás, podría creer que es así. El Consejero ama, como nunca antes y como jamás imaginó. Es un amor de novela, una pasión otoñal que le pasa la cuenta por no haber amado con furia antes en su vida, y que como todas las cosas realmente importantes en la vida del Consejero sucede en el momento equivocado y en el lugar equivocado. La figura que él ama está tan lejos de él como las mismas estrellas, es tan improbable que se vean alguna vez frente a frente como improbable es que broten obeliscos de la tierra. Empezó tan lento y suave este amor, que él no reparó de su existencia hasta verla en una fotografía y darse cuenta que ella era todo lo que había imaginado y más allá. Pero existe este punto débil del Consejero que jamás le ha dejado conseguir la gloria para la que fue destinado y que siempre le ha causado penas y sinsabores.

Este inconveniente no sería un mayor problema de no mediar por la sostenida idea del Consejero que su vida ya es así, que nada puede cambiar y que si cambia también será en las mismas condiciones y por el mismo azar. Tan acostumbrado está a su sino que no se atrevería siquiera a pensar algo al contrario.

Pero por el momento nada de eso importa, porque él AMA, como un chiquillo en plena primavera y la voz de su amada abre las puertas cerradas de su corazón y podría pasar horas sólo escuchando esa voz que es presencia, cuerpo y corazón. Acaricia su foto con cuidado y devoción, imagina hermosos paseos por el bosque y suaves tardes en su hogar. Imagina también algunas otras cosas, pero prefiere obviar esos pensamientos por ahora. Sólo con soñarlo, sólo con soñarlo, el Consejero se llena de alegría y es entonces cuando su risa franca escapa a raudales y hasta luminosa es su figura. Es en ese minuto cuando está precisamente donde debe estar y es el que debe ser.

El Navegante

Se jacta de haber visitado más de noventa países y de haber estado literalmente en los siete mares. El sol, el viento y el horizonte son sus guías, sus compañeros, su afán.

Lleva años en esta vida que no buscó y que llegó por accidente a su puerta la vez que le invitaron a echarse a la mar.

Se sumergió en aguas traicioneras pero claras, buscando tesoros escondidos por siglos en los mares de su patria.

Estuvo en el peor mar de Europa rescatando los rastros de la industria que bombea los destinos del mundo entero, contemplando aquellas arterias gigantescas que alimentaban el corazón de la nación y exactamente en el mismo punto donde los vikingos mucho tiempo antes, desembarcaron para aterrorizar a ese pueblo por 100 años.

Navegó las aguas idílicas donde el Capitán Cook fue asesinado arteramente y encontró algo de paz y un puerto seguro bajo sus puestas de sol.

Se encontró con rufianes y piratas, con hermosas doncellas que nadaban desnudas ofreciéndole sus pulmones llenos de aire para seguir en las profundidades.

Se dirigió luego a las playas perdidas de los mayas, donde el oro brotaba desde la panza del mismo mar, y también encontró lacras, bellezas y amistad.

El Navegante gusta de la buena mesa y del viento franco entrando por su ventana. Respira a bocanadas, sin pausa ni tregua, porque está hecho de este mismo aire.

Viaja como escapando, escapa como viajando y en el transcurso de este ejercicio alucinante y divertido, ha caído en cuenta algunas veces que no ha sido tan agradable la vida como él pudo imaginar. Quedan cicatrices de las rutas recorridas, que el Navegante se niega a hurgar o siquiera recordar. Sabe que están ahí porque duelen de vez en cuando, a veces ni se sienten, pero a veces le parten su alma simple y decidida.

Ha enfrentado temporales, travesías sin sentido, sin destino ni fin y siempre con su sonrisa enhiesta como la mejor espada para defenderse del infortunio y la maldad. Pero para el dolor de su corazón no hay sonrisa ni espada que valgan y los recuerdos oscuros de una vida en tierra y una familia perdida le ensombrecen su alma.

Estar cerca del Navegante es oler el mar, es sentir la brisa y disfrutar el sol del verano sin término que ha sido su vida. Es escuchar infinitamente historias de viajes y aventuras, términos marineros y miles de acentos diferentes en su sola voz. Es también ver el miedo a no poder seguir al viento, cuando se siente atrapado, la incontenible furia de la tormenta cuando pierde la paciencia y el suave vaivén del mar cuando ama.

Nadie se cansa de él, pero él inevitablemente se cansará de todos, porque su espíritu está hecho de las mismas tempestades que quiere evitar, de las mismas ventiscas que han hecho avanzar su nave y del viento mismo que lo guía sin compás ni cartas a un destino que no ha elegido, porque invariablemente, todo en la vida del Navegante ha sido por azar.

Sin Palabras

Han pasado los días y las semanas. Todo parece haberse acomodado de una forma novedosa y que no molesta, que pareciera que siempre estuvo allí. De amor nadie muere ha repetido ella hasta el cansancio y ha logrado creer en la premisa.

El verano, macho, tórrido y volátil se asienta en el pueblo una mañana, sin que a nadie haya pedido permiso. Todo está olvidado, todo está pasando, todo volverá a suceder.

Se acicalan las jóvenes amigas. Esa noche, la fiesta empieza temprano. El calor de la tarde las ha llenado de energía. Avanzan decididas, con olor a agua dulce, bronceador, arena y sol. El pequeño camping donde se apiñan demasiadas carpas huele a tragos trasnochados, floripondios, mate, humo y marihuana. Todos están ahí, en un crisol de ideas, modas, poses y peinados, con un mismo objetivo, vivir una vez, a todo pulmón.

Se dirigen las amigas, preparadas para lo que venga, con unas pocas monedas en el bolsillo y menos ropa todavía a la discoteca del momento, en el pequeño pueblo estival.

Ella ríe, por primera vez sinceramente, como hace rato no lo hacía. Ayudan a esa risa contagiosa las tres cervezas consumidas en la playa y las pitadas de marihuana que comparten, escondidas y apuradas.

Entran a la disco. La música ensordecedora, las luces, el humo de cigarrillo y todos sus amigos apostados en distintos lados del local, llenando los espacios, como pequeños primates estableciendo territorio.

Bailan desenfrenadas, felices, ebrias, alucinadas. Comparten más droga y más alcohol. Voy cruzando el río, sabes que te quiero… suena la canción y cantan a todo pulmón, en un paroxismo de euforia que efectivamente sólo se vive una vez.

Ella entra al baño rapidito, se acomoda el breve top y regresa a la pista. Al salir, y justo frente a ella, con su sonrisa ancha, su voz sonora y su cadena con el mapa de la tierra que juró defender, ¡frente a ella!, nuevamente la figura nítida de él, completa, palpable, ideal. Su suéter acompaña su bronceado. Ella no puede hablar, no sabe qué decir. Él la toma por la cintura y le planta un beso sonoro en su mejilla, preguntando burlón, ¿qué haces aquí tan desnudita?

Vine con mis amigas, dice ella por toda defensa y argumento. Él se acerca nuevamente y le ordena, déjate de leseras de amigas y bailemos.

Los parlantes de la disco justo detrás de sus cabezas y de pronto, la canción más en boga de ese verano, suena atronadora a sus espaldas:   No sabes cómo te deseo, no sabes cómo te he soñado….

Se abrazan y se funden en un beso.

El humo cubre su salida, los besos evitan las preguntas…

La Bailarina Exótica

Estrella es el nombre que ha elegido para ser conocida en el ambiente. No tiene más de 19 años, pero cubierta por la gruesa capa de maquillaje y la actitud desafiante, se congela en una edad sin tiempo, donde bien pueden ser 15 ó 30.

Con más desparpajo que talento se pasea altiva detrás de la barra del café, escasa de ropas pero llena de ambición. Cada cliente es una víctima, es un modo, es un camino y es un fin. Cada cliente es una pequeña mina que bien puede ser sólo un espejismo o el más fantástico de los hallazgos. Se pasea, como una pequeña leona, esperando su turno de atender.

Pronto llegará el primer incauto de la noche y con la mejor y más coqueta de sus sonrisas, dejando ver sus pechos generosos, consultará qué se va a servir el caballero. El hombre atontado por la visión, las luces estroboscópicas, el olor a cigarrillo y el estéreo a todo volumen, no alcanzará a ser entendido. Estrella presurosa, vacía la primera cerveza en su copa y diligente limpia la barra con un paño percudido que se guarda provocando, en la cintura. El sujeto nuevamente hará otro ademán de llamarla y por arte de magia una nueva cerveza caerá en su vaso. Consulta por el show.

Estrella, utilizando la más antigua de las estrategias, finge no escuchar y el tipo se le acerca: – Consulto por el show, ¿qué tal es? Inquiere con firmeza, mareado por el ambiente y las dos cervezas tibias en su estómago vacío. Ella ríe sonora y afirma suave y sensual: MUY BUENO.

Se dirigen lentamente al pequeño y patético saloncito, donde una alfombra roñosa y húmeda protege el piso que se destartala de viejo. La música suena fuerte y ella empieza lentamente a bailar. El tipo de pronto la detiene, le toma de las manos e intenta besarla. Como por arte de magia, ese ligero ademán le hace perder el equilibrio de su personaje y como una cachetada la dirige a la escena cruel que se ha convertido en una pesadilla recurrente y que la empujó a este lugar.

La pequeña niña es encerrada una vez más en la leñera. Cada vez que el padrastro discute con su madre y la golpea, ella interviene valiente y decidida y el sujeto la empuja con violencia a este pequeño reducto donde el frío se cuela por todos lados y las ratas la asustan cada vez. Sin embargo, algo es distinto, porque el tipo entra a la leñera con ella. En cosa de segundos y como si no estuviera pasando la niña siente las terribles manos de este hombre hurgándola por todos lados, penetrando sus secretos, ahogando sus gritos con su lengua inmunda y su aliento a alcohol. La golpea nuevamente sólo para aturdirla y poder cumplir su cometido en paz. Un rato más tarde, acomodando sus pantalones y abrochándose el cinturón, la dejará salir de la leñera, sin decir una palabra, los ojos rojos de llanto, la ropa rota y sucia. La niña no sabe cómo explicar lo sucedido y luego que la madre la ignora, ella insiste en su versión. La madre, en un arranque anti natura la golpea y la echa de la casa. No hay punto de comparación, el sujeto coopera con la casa, hay otros niños de por medio y esta cabra tonta más temprano que tarde será un problema mayor. Arrastra su cuerpecito adolorido, la levanta como a una bolsa de verduras y la expulsa del que alguna vez fue su hogar.

Estrella no puede contener su pánico y llama al guardia. Haciendo uso de todo su aplomo y para no ser objeto de burlas de las demás, indica que el tipo está borracho y que se quiso pasar de listo, fingiendo estar muy molesta. Los clientes no pueden tocar a las bailarinas, ni en la barra ni en el salón, le recuerda al que llega a socorrerla.

Mala cosa con este sujeto, iba bien, calculaba ya su propina cuando se le ocurre tocarla. ¡Qué idiota! Cuántas veces ha hecho que el padrastro pague por su crimen, representado hasta la abundancia por todos estos tipos que llegan sin que nadie los llame a gastar una fortuna por una puta cerveza. Aquí está a salvo, cuando los recuerdos oscuros la asaltan, las demás chicas la protegen, en una hermandad tácita y seca, aunque se saquen los ojos por una propina al minuto siguiente. Ella ríe de los clientes que son sacados a patadas del local. Cada uno de ellos es el hombre que la atacó. Cada una de sus compañeras es un cliché repetido hasta el infinito, que no ha cambiado, ni parece cambiar. Ella al menos sabe que se irá de ahí. Pero eso lo dicen todas.

Ausencia

Por un tiempo sin tiempo, que parecen décadas, que parecen siglos, ella ha rumiado la noticia que su Amiga le ha dejado caer, como un pesado lastre en sus sentidos. Sin saber qué hacer, ni cómo reaccionar, enfrenta lentamente cada palabra, tratando de darle un significado distinto al que realmente tiene, como buscando una explicación que no existe, una vuelta escondida en esta extraña cinta en la que se ha convertido su vida.

¿Cómo hacer para escapar de los recuerdos? ¿Cómo hacer para compaginar todo este sentimiento, esta mezcla pegajosa y cargante que le brota por todas partes, que busca una salida, sin poder hallarla. Sólo es ella, ahora frente al espejo, tratando de poder digerir esta verdad, que no peca pero incomoda, como dicen sus amistades.

¿Qué hacer?

Intenta alejarse de todo recuerdo, de toda filiación o de siquiera una cierta asociación con él y con lo que significa. Trata.

El tiempo pasará, y este sentimiento extraño y difícil de explicar se irá transformando en una mezcla espesa y difusa, un pequeño cocimiento que además de su infinito y frágil amor, contiene desdén, contiene furia y contiene esperanza.

El tiempo pasará y con ese tiempo, las estaciones. Todo se aproximará, decantado,  a una verdad más pausada y breve, menos dramática, más aterrizada.

Ella aún tiene sus libros y sabe que algún día él volverá, aunque sea a buscarlos. Ahí se verán las caras.

Ella no sabe que será más pronto de lo que espera.

El Volantín

Compramos sin mucha emoción el pequeño volantín hecho en China, de plástico, esperamos reciclado, con la solapada esperanza que alcance a durar hasta después de quitarlo del envoltorio.

Mi niño contempla serio y analista el dibujo que indica cómo armarlo. Es tan adusto y grave, demasiado para su edad.

Leemos entre ambos las escuetas instrucciones y contemplamos el dibujo. Jamás he sido muy buena para estas cosas, dejo que la intuición me guíe con más certeza que un manual.

Armamos el pequeño cometa, que mi niño ha elegido, con una bandera nacional. Intentamos una vez, pero se viene a pique sin esperanza. Mi pequeño compañero empieza a perder su escasa paciencia. Se ha comportado toda la vida como un adulto y está lleno de los problemas y los pesos de ellos. Pocas veces ha disfrutado como un niño, entre niños. Su conciencia demasiado analítica le juega una mala pasada en cada aventura.

Acostumbrado más a los fracasos que a las victorias, mira el volantín sin mucha fe y en un arranque propio de él, se evade corriendo en la plaza, gritando: arréglalo tú.

Intento nuevamente y me sorprendo mirando con envidia otros volantines que se elevan molestosos frente a nuestros ojos. No puede ser tan complicado, todos estos artefactos que vienen del oriente, generalmente son a prueba de idiotas. Pero no me resulta, me siento como uno de ellos.

Finalmente, en un arranque de simpleza mental, respeto el diseño puro del cometa y amarro firmemente el hilo y de pronto, sin proponérmelo siquiera, está arriba.

Se acerca mi compañero emocionado y le entrego el volantín en sus nerviosas manos.

Ohhhh, ¡¡¡¡su sonrisa!!!! Eclipsa veinte soles alineados juntos. En este extraño y frágil momento mi corazón le toma una fotografía y desbordado por la euforia, ríe y esa risa escapa por mi boca. Todos nos miran, no me importa. Somos felices, triunfamos. En ese delgado minuto de nuestro tiempo, ganamos, sin dar mucho a cambio, sin pensarlo demasiado. Nuestros corazones vuelan tan alto como este pequeño volantín, en esta tarde de primavera, donde ciegamente creeremos que todo es posible.

La Guardiana del Cielo

Todos tenemos una persona especial a la que recurrimos siempre que necesitamos algo: cariño, verdad, ayuda, un abrazo, una palabra sincera, una mentira piadosa, un truco, una receta. De alguna mágica forma esta persona especial tiene guardado en el bolsillo todo aquello que necesitamos, en grandes cantidades, por si faltase. Algunos los llaman Amigos.

La Guardiana del Cielo, que es como yo la llamo, siempre ha sabido leer la mente de las personas a las que ayuda, y responder a sus cavilaciones con prosa suave pero directa, con poemas hermosos que no me canso de consultar porqué no ha publicado, con datos de utilidad pública que no me explico cómo caben en su mente, con dulces y galletas, en los excepcionales casos que la pena y el desengaño tocan a su puerta, buscando consuelo y esperanza.

Siempre con el libro que yo he buscado por años, con la técnica que he querido perfeccionar o simplemente con un abrazo sincero y una palabra amable, sólo por las dudas.

Me ha conmovido siempre su historia y su perfecta afición por lo que es correcto, aceptable y humano. Su instinto maternal que traspasa y exuda, sin que se lo proponga y que ,a veces, le parece hasta molestoso.

La Guardiana del Cielo, cuida, quiere, abraza, acompaña y al mismo tiempo, se preocupa, sufre en silencio. Ama con pasión, casi tan enérgica como su voluntad.

Muchas veces me ha comentado que es tedioso ser profesora de la vida, sin embargo, tiendo a pensar que dejamos de ser personas para transformarnos en personajes, raramente y sin una propuesta clara, sólo porque lo parecemos o simplemente porque lo hacemos bien.

El Cielo que ella guarda es del calor del hogar, de las risas compartidas, de las comidas caseras, los abrazos, las preocupaciones por los que amamos, el suave pero cruel ejercicio de dejar crecer a los hijos.  Amar al ser que ha elegido como compañero, con todos sus ángulos agudos y su complejidad, porque se acepta este hecho como parte de la vida. Este Cielo está lleno de no pedir nada a cambio, de calidez , de valor y de mucha dicha.

Ahí llegamos todos sus compinches, buscando precisamente eso. La Guardiana del Cielo ríe, y siempre confiesa que le sorprende y le conmueve. Si todo aquello que ella tiene, se puede encontrar en cada esquina. Pero somos cómodos los seres humanos, y qué diablos! si ella lo hace perfecto, para qué innovar??

cielo

Confesiones

Ayy amiga, me siento tan inútil hoy – dice ella, dejándose caer pesadamente en el sofá de la casa de su Amiga del alma. Siempre se han apoyado, animado y reconfortado en todas las situaciones que la vida les ha hecho enfrentar.

Esta conversación había estado pendiente mucho tiempo y aunque ella ha sentido que es necesario un cambio y que muchas veces lo ha visto frente a frente, cubierto por la rabia de los hechos, no puede evitar sentirse débil y desvalida.

Ella siempre evitó tocar el tema y sabía que él no era santo de la devoción de su Amiga. Aunque la Amiga desconocía en gran parte la verdad y aunque ella se había empeñado en bajar el perfil de la situación, ahora ya no podía más. Esta dicotomía asfixiante realmente le alteraba en grado sumo y sentía la necesidad de comunicarse. De él no habían habido noticias en meses y aunque parecía que toda la historia de la Causa estaba decantada por el momento, siempre estaba presente, en sus pensamientos, como un ente amorfo que los separa.

La casa de su Amiga era acogedora y agradable y era una excelente escucha y su mejor amiga. Ella respiró profundo y empezó:

Siento que estoy en mitad de un mar embravecido, en un botecito de segunda, sin tener nada más que hacer que sólo resistir. Odio esta sensación, odio que exista este ser fascinante y yo no pueda ni siquiera rasguñar su gruesa coraza y sacar para mí un pedazo de su corazón. Tal vez no soy lo suficientemente buena, tal vez no soy lo suficientemente interesante o qué sé yo.

En este punto, su Amiga le hace una mueca de silencio y se esmera en explicar que no es así como las relaciones funcionan, que si ella ha sentido que existe el amor entre ellos, es porque está ahí. Que no depende de ella completamente y que, por lo demás, esperar que alguien sea perfecto y le haga feliz de todas las maneras posibles, es una licencia que uno se da, pero que no necesariamente la vida le permite.

Así va su Amiga desarmando todas la teorías que ella tiene, hasta topar única y exclusivamente con la distancia física que los separa y con la manía enfermiza de ella de facilitar las cosas en un grado más allá de toda comprensión.

Finalmente, concluye decidida, si el hombre le ama, luchará, y se dará cuenta que es en esta vida donde nos jugamos nuestras cartas y hacemos lo que nos corresponde.

Toda la retórica de su Amiga es tan bien intencionada, que ella no se atreve a develar que es por él que sufre, que es a él a quien ama y que aunque su Amiga tiene razón, a una parte de ella, nada le importa con tal de amarle.

Porque se conocen desde siempre y ya muy entrada la noche, su Amiga finalmente logra entender que el problema de ella tiene nombre y apellido y ,sin mediar ninguna consecuencia con lo que va a decir, arroja esta verdad en su cara: él está comprometido, vive con alguien en una ciudad cerca de ahí y fue esa mujer quien le salvó de haber terminado en la cárcel, por sus actividades subversivas con el grupo fundamentalista. Que son todos una manga de terroristas de mala muerte, revoltosos y enrabiados, luchando por una tierra que ni siquiera los reconoce como sus hijos…

Todo lo que ella sentía ,de pronto, estalla en su corazón. Sólo los pedazos quedan alojados en su pecho.

La Escritora

escritora

En la página blanca está el universo entero. La vida que siempre soñó, la que pudo haber alcanzado y todo aquello misterioso y abyecto que alguna vez siquiera pensó, está ahí, esperando que avancen las palabras, que se forme la historia.

Por años este relato estuvo guardado en su mente, por años, fue como una pequeña voz que, por momentos, se escuchaba débil. Muchas veces apareció en sus sueños, juguetón, muy parecido a recuerdos, pero con vida propia. Despertaba sobresaltada, con una confusión de personas y de voces, que no le pertenecían, pero que de algún modo, habían alcanzado su inconsciente.

Un día decidió empezar, tímidamente, con lentitud. La página blanca era una invitación seductora, pero difícil. Se enfrascó en detalles como la tipografía o el color y no llegó nunca a completar un párrafo. Se sintió fracasada.

Olvidó el ejercicio por algún tiempo, pero la obsesión es de todas las enfermedades, la más fuerte. Sentía que esta práctica podría liberarla de algún modo. Volvió con decisión una vez más, pero nuevamente detalles superfluos la sacaron de contexto. Intentó con cartas, pero las sentía ridículas y poco amigables. Intentó con versos, pero eran desabridos y poco originales.

Un día, sin proponérselo, encontró un buen objetivo. Decidida, se enfrentó nuevamente a esta página blanca, burlona y esquiva y con profunda convicción, empezó. Encontró el tiempo y la música para su obra, encontró el color y la tipografía. Encontró los personajes que siempre estuvieron en su mente y que lentamente y de a uno, venían a su cabeza con la gentileza de esperar hasta que lograba escribir toda la historia.

Y está ahí, ahora, escribiendo frenéticamente. Las palabras brotan de sus manos a un ritmo más rápido que su propia mecanografía, buscando lugares ignotos y encontrándose nuevamente con todos estos díscolos fantasmas del pasado, que se convierten lentamente en historias.

Es seductor el ejercicio, es liberador, como pensaba,  y a la misma vez le atrapa, lentamente, a este universo paralelo, donde todo es historia, donde todo es una realidad ajustada, relativa, complicada, pero al mismo tiempo simple. Donde todo encaja con perfección, donde ella maneja el tiempo y el espacio, en una euforia silenciosa que no le permite parar.

Ahora, en la página blanca ya no hay sólo una invitación, es la misma seducción que crece cada día, que le incita, que le busca, que se muestra y por momentos la escritora es personaje y los personajes son los que escriben su universo. Como en los sueños.

Acido Muriático

Mary sirve el postre, y destapa otra cerveza para compartirla conmigo  -No te vayas a curar, mira que después no sé si podrás irte caminando a tu casa- ríe sinceramente y le respondo -no te preocupes que llamo un taxi-

Queda un resto de Coca Cola en la botella puesta en la mesa, lo único que Gregorio, su marido, bebe de un tiempo a esta parte. Después de ser un alcohólico impertérrito, de golpe y porrazo dejó el vicio, nadie se explica muy bien porqué. Sólo Mary lo sabe, muy en su interior, pero para ella es mucho más romántico decir que fue el Padre Pío quien le hizo el milagro. Era un infierno vivir con Gregorio y más encima soportar sus borracheras. Mary no lo dice, pero yo lo sé.

Me pregunta si quiero esa Coca Cola y luego de negar con mi cabeza , le sugiero que la bote por el desagüe del lavaplatos y así se elimina grasa del drenaje.

Mary ríe divertida y me dice, no se te ocurra decirle a Gregorio de esto, porque es capaz de comprar una camionada sólo para destrancar el lavaplatos. Es tan exagerado, siempre lo ha sido, pero ahora de viejo se ha vuelto peor.

Se sienta a la mesa, enciende un cigarrillo y me cuenta – Todos los veranos nos vamos a la casa de la playa, y siempre, antes de llegar mis hijas con las niñitas, Gregorio contrata un par de maestros y van a la casa. Esta temporada partió como de costumbre y se le ocurrió limpiar el pozo. Desde que lo había construido jamás le había hecho mucho caso, pero vió en la televisión algún programa y partió decidido. Compró, no me vas a creer, 200 litros de cloro de piscina, para quitar el sarro del estanque del pozo, que después de 12 años, te imaginarás cuánto había. 200 litros!!!  Y se lo hechó al pozo, todo, ¡¡¡sin diluir!!! ¡¡¿Puedes creerlo?!!. Lo ví , apoyado al borde del pozo, sin ninguna protección, echándole esta cosa que es tan tóxica. No te puedes imaginar el olor que había luego, cuando abrías las llaves de la cocina o del baño. Es que quemaba los ojos.

Luego, alguien le aconsejó, ya que estaba en esos menesteres, limpiar la fosa séptica, ¡¡¡mira que tontera!!!. Ahí fue Gregorio a comprar a la ferretería ácido muriático, en cantidades, que no te imaginas, no sé cuántos bidones conté.

Era catastrófico, si abrías la taza del water y subía un vapor ácido y luego tirabas la cadena y quedaba una nube medio tóxica flotando. Qué desgracia.

Ese verano tuvimos que comprar no sé que cantidad de agua embotellada, porque no se podía tomar la que salía de la llave…

Mary hace una pausa y le pregunto, con profunda confusión, ¿¿y la fosa séptica la tuvieron de vaciar?? porque con tanto químico yo dudaba que hubiera resistido. Pero Mary me responde, si la fosa es un puro hoyo no más cubierto con cemento. Este Gregorio es tan despreocupado en esas cosas, los maestros de seguro lo hicieron leso y él pagó millones por el sistema y se va todo derechito al mar. ¿Al mar?- pregunto. Si, dice ella, al mar, y mira,  justo al frente están los cultivos de choritos. No se te ocurra comer, ¡¡ni de tarro!!

El Pebre

El Pebre se muestra inteligente y razonable, la primera vez que se le habla. Luego, por alguna razón, empieza a mostrar matices extraños y remotos, directamente relacionados con la barriada de donde viene.

Ingeniero de profesión, ganada con sangre, sudor y alguna que otra trampa en los examenes, hijo de policía; por alguna extraña jugada del destino, su lugar en el mundo se ubicó en un barriada típica del pueblo típico donde le tocó vivir. Conoció a su esposa y ahora cría a sus hijos, muy cerca de ahi.

Asume feliz la vida sencilla y sin dobleces que le ofrece el barrio, como si de alguna forma pudiese simplificar la vida misma. Después de tanto escapar, de tanto rebelarse, lentamente su nobleza ha ido ganando espacio a su rabia y descontento.

Hombre de familia se confiesa, aunque mira para el lado con frecuencia y se muestra encantador e interesante cuando tiene que serlo. Conmueve su discurso sobre los deberes de los padres y cómo fanáticamente se preocupa de sus hijos.

El Pebre, a veces, sin embargo, se escapa, corta esta cadena imaginaria y desaparece tragado por el barrio. Gusta del buen beber y más de alguna vez ha frecuentado alguna casa de dudosa reputación, sólo para dar cátedra después de su conocimiento pleno sobre el particular. Porque así se expresa, así describe y posee argumentos suficientes, que lo hacen parecer una figura un poco extraña a ese medio, tan acostumbrado a la rudeza, la brutalidad y el desapego.

De pensamiento claro, sorprende con expresiones alejadas del buen léxico, que le ridiculizan hasta el infinito muchas veces, pero que de alguna forma le dan un aire pintoresco.

Si se le mira con cuidado, es hasta buen mozo, podría pasar por el mejor príncipe consorte, pero basta que abra su boca y esté precisamente conectado con su lado «de barriada» para que salga con algún desaguisado alejado de lo ortodoxo. Un «mamita» ladino se le escapa de cuando en cuando y mira con ojos lujuriosos a cuanta mujer camina por su frente, pero al llamado de la esposa, se muestra manso, consentido e ideal. 

Así es el Pebre, una especie de franca singularidad. Como dicen por ahí, preparado, pero picante..

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El Libro

Ella ha leído veinte mil veces sus libros, sólo para encontrarse con su aroma atrapado entre las páginas. Cómo ha querido abrazarle, cómo ha querido que todo sea como ese verano cuando se conocieron. Pero el tiempo inexorablemente avanza.  Él se ha ido.

Lo último que supo era que estaba cerca de un gran bosque de pinos y que no había nada más. Toda la retórica de la Causa se había mantenido pero algo, un dejo de su voz, parecía indicar que ya no había el mismo entusiasmo.

Ella pasa a la página siguiente, y aunque se sabe el final de memoria, sueña que comparte sus impresiones con él, que se abrazan tiernamente…

Pero ¡qué tonta! jamás ha habido ternura, jamás ha habido un sueño en común, ¡qué tonta! se recrimina nuevamente, en la soledad de su habitación. Arroja el libro lejos y se queda masticando su dolor, su desesperanza y su despecho.

No importará ahora si él viene o no, si la Causa avanza, se estanca o muere. Ya nada le importará. Por arte de magia, una nueva actitud ha surgido, todo será muy distinto de ahora en adelante…

El Príncipe

El Príncipe está sentado en la baranda del jardín que domina la colina. Una cálida tarde de primavera le saluda e ilumina sus ojos curiosos y alegres. El Príncipe está contento. Al pié de la colina sus dos hijos, juguetones, regresan cuesta arriba acompañados de los perros. La escena es ideal. Una voz le dice: tu corazón les ha sacado una fotografía.

El Príncipe, desconcertado, mira a todos lados, buscando esa voz y de pronto recuerda, un mismo tiempo, esa misma baranda y la voz de esa criatura pequeña, inusual, valiente, que le hablaba desde lo profundo de sus sentimientos, que le abrazaba con fuerza y que llenaba la cara del Príncipe con una inagotable sonrisa.

Haber seguido siendo Príncipe había sido de las decisiones más difíciles de su vida, haber seguido viviendo en función de miles de fantasmas que moraban la casa, de decenas de otros, que como él, llevaban el mismo nombre y que habían luchado una vez por mantener las cosas como eran. Pero las cosas cambiaban, escuchaba de esa voz, la vida inevitablemente te toma, te alcanza. ¡Basta! decía el Príncipe. No puedo soportarlo, yo me debo a mi nombre y a mi casa, a mis fantasmas, a mí. Hay más allá que todo eso, decía esa criatura pequeña , inusual, valiente, que había viajado desde el otro lado del mar, sólo para poder tocarle. El Príncipe le miraba, arrobado y sólo podían fundirse en un abrazo.

Las pesadillas asolaron al Príncipe desde el mismo inicio y siempre quizo escapar. Pero no podía, estaba atado. Quizo alguna vez romper con todo, cambiar su nombre y su cara, eliminar para siempre sus recuerdos y los fantasmas que moraban en aquella casa, lo intentó, casi lo logró.  Pero el deber de ser quién era, el infortunio de creer ser responsable por vidas anteriores fue causa de la profunda pena del Príncipe. Vió alejarse a esta criatura, pequeña, inusual, valiente, lentamente, y vió rodar las lágrimas por su cara y sentir como quemaban la suya… Un profundo dolor lo embargó, pero ya no había nada que hacer.

Me voy, dijo la criatura, porque tú lo has decidido, porque no tengo nombre, reino ni fortuna, por eso pides que me vaya y yo acepto tu decisión. El Príncipe tardaría años en entender que aquella era otra manera de amarse. Sí, porque se amaban, aunque eran tan distintos, pero aquella criatura había llevado la luz al alma del Príncipe, le había dado una sonrisa amplia, una dicha que no conocía. Pero los fantasmas fueron siempre más poderosos. Perseguían al Príncipe, sin descanso…

Vuelve a mirar por la baranda, al camino, y se da cuenta que jamás, en su vida va a volver a tener esa felicidad que alguna vez alcanzó sin darse cuenta, que le envolvía, que le daba energía. El Príncipe cavila, en silencio, todo estuvo ahí, la felicidad misma le tocó, le envolvió y no quería soltarle. El Príncipe se negó entonces y se niega ahora. Debe seguir siendo quien es, debe seguir. Mira a su alrededor y los mismos gladiolos que fueron plantados por la pequeña criatura, le sonríen ahora con pena. La misma ventana donde ella aparecía en las mañanas, estirando sus brazos, está ahi. De algún modo, todo sigue igual, pero concluye : Ciertamente, jamás será la misma felicidad.

Sin Promesas

Le miro y no puedo creer lo que está pasando, repite ella en silencio, como una oración, como un quejido. Todo ha sido tan confuso y sorprendente, no hay palabras, no las hay.

Él espera que ella pueda entender que más allá de todo, está esta causa que lo arrastra, que lo lidera, que lo subyuga a un destino que no le pertenece. Sabe que el lugar es remoto, que la gente es distinta, pero sin embargo y muy profundamente, siente, cree, afirma, es su causa.

He de dejar todo de lado, vida mía, canta él, al arrullo de la radio. Qué irónico es todo. Qué sincera y a la vez bestial es esta verdad que estaba debajo de este hombre fascinante, divertido, ideal.

Tu sonrisa es todo para mí, dice ella de pronto, rompiendo el pacto de no amarse. Ehhhh! corrige él, ten cuidado. Yo no puedo amarte, yo no puedo amar a nadie. Yo no puedo tener más vida que esta vida que ya elegí…

¿Por cuánto tiempo esta vida te ha elegido?  No te das cuenta que los héroes están todos bajo tierra! Cómo puedes ser tan inteligente y a la vez tan imbécil!!  ……. Cómo poder gritarle todo esto en su cara, mientras él afina, seguro del silencio de la audiencia,  el discurso sobre la Causa y los porqué. ¿A quién quiere engañar?, cuando esto es meramente por un sentido de pertenencia que jamás ha tenido, porque siendo quién es, siempre ha sido repudiado.

Cómo poder pinchar este globo molestoso y abrazarle lentamente y decir, yo soy tu causa…

Nos veremos pronto, dice él, estaremos en contacto. Te dejo mis libros, cuídalos, léelos. Sé que los disfrutarás.

-No más que tu CD de Alan Parson’s Project.

-NO, ese sí que no, por ningún motivo!!, sonríe

El Cantante

 

Lento termina el día y poco a poco se van enmudeciendo los homenajes. Poco queda del recuerdo de una nación dividida, profundamente politizada. No, ya no son los mismos…

El Cantante recuerda nuevamente su figura diminuta, de la mano de su padre, marchando aquellas gloriosas tardes en que el Compañero Presidente prometía que ellos serían los artífices de un nuevo mundo, más justo, solidario, equánime, ideal. Qué efervescencia, cuánta dulzura en cada una de sus palabras, qué exacto el mensaje, qué posible se veía todo aquello. Con sólo escuchar al Compañero Presidente, se le ponía a uno la carne de gallina, le llegaba a uno al mismo corazón, abrazando a la bandera era como abrazar a la amada, a la madre, a la patria.

Qué tiempos aquellos!! Sólo perteneciendo al partido o al sindicato uno tenía derecho a todo, compañero – decía el Cantante emocionado- Bastaba sólo eso, para poder SER.

Pero los momios no entendían todo esto, nos provocaban, nos tiraban monedas, compañero. Qué lindas flameaban las banderas, qué posible se veían todos nuestros sueños. Mi padre afirmaba mi mano firme y decidido. Eramos parte de un nuevo mundo. Luego todo se vendría abajo. Los momios lo planearon, nunca entendieron que el pueblo también sentía.

Nadie entendió muy bien cómo el Compañero Presidente caía. Como el cielo se llenaba de negra humareda y los aviones militares sobrevolaban lo que antes había sido nuestro punto de reunión por excelencia, nuestra Alameda. De pronto nos vimos en la patota, corriendo despavoridos y la policía a la siga.

Luego,  nuestros hogares violados, destrozados, nuestros amigos golpeados, muertos, desaparecidos. ¡Si eramos el sueño de un país, hecho posible!, ¡si el Compañero Presidente lo había prometido! ¿Cómo llegabamos a este punto?

Luego vendrían años malos compañero- señala el Cantante cabizbajo- toda la magia, la unión, la dedicación, la fé se había ido. Huyó despavorida de mi país ideal, que yo veía como niño de la mano de mi padre y nunca más regresó. Lo busqué por todos lados,  y mire donde he parado. De la capital al campo, del campo a la montaña, de la montaña a las islas y de ahí,  a esta ciudad, que ya no es más campo ni plaza, es una mole de concreto que mueve a los ciudadanos, como usted, como yo, con hilos escondidos, no sabemos para dónde. Si este mercado que ya no es lo que era, no es romántico, ni típico. Es un puro comercio, compañero, mire si ni las artesanías son originales, ninguno es artesano, ninguno labra la tierra, navega el mar, pule la madera, acaricia el metal, ninguno compañero.

El Cantante hace una pausa y una vez más recuerda, añora, saborea ese precioso sueño que vió una vez frente a frente. De pronto una voz desde el otro lado del pequeño restaurant del mercado, le indica : ehh, amigo, cántese una tonada! 

-¿Cuál le gusta al caballero? dice el Cantante, convertido nuevamente en su personaje, haciéndose el ladino, locuaz y divertido  -Dígame el caballero ¿cuál le gustaría?

– Cántate una bonita, dice el hombre. Pero no me cantes de comunistas que para eso tengo al lado de mi casa!.

Tragándose el discurso y guardando el sueño en el bolsillo, el Cantante, ladino, locuaz, divertido, rasguea con fuerza su guitarra y se olvida de la vida que tiene por delante, de la que dejó, y de la que le tocará vivir.