Ella ha leído veinte mil veces sus libros, sólo para encontrarse con su aroma atrapado entre las páginas. Cómo ha querido abrazarle, cómo ha querido que todo sea como ese verano cuando se conocieron. Pero el tiempo inexorablemente avanza. Él se ha ido.
Lo último que supo era que estaba cerca de un gran bosque de pinos y que no había nada más. Toda la retórica de la Causa se había mantenido pero algo, un dejo de su voz, parecía indicar que ya no había el mismo entusiasmo.
Ella pasa a la página siguiente, y aunque se sabe el final de memoria, sueña que comparte sus impresiones con él, que se abrazan tiernamente…
Pero ¡qué tonta! jamás ha habido ternura, jamás ha habido un sueño en común, ¡qué tonta! se recrimina nuevamente, en la soledad de su habitación. Arroja el libro lejos y se queda masticando su dolor, su desesperanza y su despecho.
No importará ahora si él viene o no, si la Causa avanza, se estanca o muere. Ya nada le importará. Por arte de magia, una nueva actitud ha surgido, todo será muy distinto de ahora en adelante…