Confesiones

Ayy amiga, me siento tan inútil hoy – dice ella, dejándose caer pesadamente en el sofá de la casa de su Amiga del alma. Siempre se han apoyado, animado y reconfortado en todas las situaciones que la vida les ha hecho enfrentar.

Esta conversación había estado pendiente mucho tiempo y aunque ella ha sentido que es necesario un cambio y que muchas veces lo ha visto frente a frente, cubierto por la rabia de los hechos, no puede evitar sentirse débil y desvalida.

Ella siempre evitó tocar el tema y sabía que él no era santo de la devoción de su Amiga. Aunque la Amiga desconocía en gran parte la verdad y aunque ella se había empeñado en bajar el perfil de la situación, ahora ya no podía más. Esta dicotomía asfixiante realmente le alteraba en grado sumo y sentía la necesidad de comunicarse. De él no habían habido noticias en meses y aunque parecía que toda la historia de la Causa estaba decantada por el momento, siempre estaba presente, en sus pensamientos, como un ente amorfo que los separa.

La casa de su Amiga era acogedora y agradable y era una excelente escucha y su mejor amiga. Ella respiró profundo y empezó:

Siento que estoy en mitad de un mar embravecido, en un botecito de segunda, sin tener nada más que hacer que sólo resistir. Odio esta sensación, odio que exista este ser fascinante y yo no pueda ni siquiera rasguñar su gruesa coraza y sacar para mí un pedazo de su corazón. Tal vez no soy lo suficientemente buena, tal vez no soy lo suficientemente interesante o qué sé yo.

En este punto, su Amiga le hace una mueca de silencio y se esmera en explicar que no es así como las relaciones funcionan, que si ella ha sentido que existe el amor entre ellos, es porque está ahí. Que no depende de ella completamente y que, por lo demás, esperar que alguien sea perfecto y le haga feliz de todas las maneras posibles, es una licencia que uno se da, pero que no necesariamente la vida le permite.

Así va su Amiga desarmando todas la teorías que ella tiene, hasta topar única y exclusivamente con la distancia física que los separa y con la manía enfermiza de ella de facilitar las cosas en un grado más allá de toda comprensión.

Finalmente, concluye decidida, si el hombre le ama, luchará, y se dará cuenta que es en esta vida donde nos jugamos nuestras cartas y hacemos lo que nos corresponde.

Toda la retórica de su Amiga es tan bien intencionada, que ella no se atreve a develar que es por él que sufre, que es a él a quien ama y que aunque su Amiga tiene razón, a una parte de ella, nada le importa con tal de amarle.

Porque se conocen desde siempre y ya muy entrada la noche, su Amiga finalmente logra entender que el problema de ella tiene nombre y apellido y ,sin mediar ninguna consecuencia con lo que va a decir, arroja esta verdad en su cara: él está comprometido, vive con alguien en una ciudad cerca de ahí y fue esa mujer quien le salvó de haber terminado en la cárcel, por sus actividades subversivas con el grupo fundamentalista. Que son todos una manga de terroristas de mala muerte, revoltosos y enrabiados, luchando por una tierra que ni siquiera los reconoce como sus hijos…

Todo lo que ella sentía ,de pronto, estalla en su corazón. Sólo los pedazos quedan alojados en su pecho.

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La Escritora

escritora

En la página blanca está el universo entero. La vida que siempre soñó, la que pudo haber alcanzado y todo aquello misterioso y abyecto que alguna vez siquiera pensó, está ahí, esperando que avancen las palabras, que se forme la historia.

Por años este relato estuvo guardado en su mente, por años, fue como una pequeña voz que, por momentos, se escuchaba débil. Muchas veces apareció en sus sueños, juguetón, muy parecido a recuerdos, pero con vida propia. Despertaba sobresaltada, con una confusión de personas y de voces, que no le pertenecían, pero que de algún modo, habían alcanzado su inconsciente.

Un día decidió empezar, tímidamente, con lentitud. La página blanca era una invitación seductora, pero difícil. Se enfrascó en detalles como la tipografía o el color y no llegó nunca a completar un párrafo. Se sintió fracasada.

Olvidó el ejercicio por algún tiempo, pero la obsesión es de todas las enfermedades, la más fuerte. Sentía que esta práctica podría liberarla de algún modo. Volvió con decisión una vez más, pero nuevamente detalles superfluos la sacaron de contexto. Intentó con cartas, pero las sentía ridículas y poco amigables. Intentó con versos, pero eran desabridos y poco originales.

Un día, sin proponérselo, encontró un buen objetivo. Decidida, se enfrentó nuevamente a esta página blanca, burlona y esquiva y con profunda convicción, empezó. Encontró el tiempo y la música para su obra, encontró el color y la tipografía. Encontró los personajes que siempre estuvieron en su mente y que lentamente y de a uno, venían a su cabeza con la gentileza de esperar hasta que lograba escribir toda la historia.

Y está ahí, ahora, escribiendo frenéticamente. Las palabras brotan de sus manos a un ritmo más rápido que su propia mecanografía, buscando lugares ignotos y encontrándose nuevamente con todos estos díscolos fantasmas del pasado, que se convierten lentamente en historias.

Es seductor el ejercicio, es liberador, como pensaba,  y a la misma vez le atrapa, lentamente, a este universo paralelo, donde todo es historia, donde todo es una realidad ajustada, relativa, complicada, pero al mismo tiempo simple. Donde todo encaja con perfección, donde ella maneja el tiempo y el espacio, en una euforia silenciosa que no le permite parar.

Ahora, en la página blanca ya no hay sólo una invitación, es la misma seducción que crece cada día, que le incita, que le busca, que se muestra y por momentos la escritora es personaje y los personajes son los que escriben su universo. Como en los sueños.