Estrella es el nombre que ha elegido para ser conocida en el ambiente. No tiene más de 19 años, pero cubierta por la gruesa capa de maquillaje y la actitud desafiante, se congela en una edad sin tiempo, donde bien pueden ser 15 ó 30.
Con más desparpajo que talento se pasea altiva detrás de la barra del café, escasa de ropas pero llena de ambición. Cada cliente es una víctima, es un modo, es un camino y es un fin. Cada cliente es una pequeña mina que bien puede ser sólo un espejismo o el más fantástico de los hallazgos. Se pasea, como una pequeña leona, esperando su turno de atender.
Pronto llegará el primer incauto de la noche y con la mejor y más coqueta de sus sonrisas, dejando ver sus pechos generosos, consultará qué se va a servir el caballero. El hombre atontado por la visión, las luces estroboscópicas, el olor a cigarrillo y el estéreo a todo volumen, no alcanzará a ser entendido. Estrella presurosa, vacía la primera cerveza en su copa y diligente limpia la barra con un paño percudido que se guarda provocando, en la cintura. El sujeto nuevamente hará otro ademán de llamarla y por arte de magia una nueva cerveza caerá en su vaso. Consulta por el show.
Estrella, utilizando la más antigua de las estrategias, finge no escuchar y el tipo se le acerca: – Consulto por el show, ¿qué tal es? Inquiere con firmeza, mareado por el ambiente y las dos cervezas tibias en su estómago vacío. Ella ríe sonora y afirma suave y sensual: MUY BUENO.
Se dirigen lentamente al pequeño y patético saloncito, donde una alfombra roñosa y húmeda protege el piso que se destartala de viejo. La música suena fuerte y ella empieza lentamente a bailar. El tipo de pronto la detiene, le toma de las manos e intenta besarla. Como por arte de magia, ese ligero ademán le hace perder el equilibrio de su personaje y como una cachetada la dirige a la escena cruel que se ha convertido en una pesadilla recurrente y que la empujó a este lugar.
La pequeña niña es encerrada una vez más en la leñera. Cada vez que el padrastro discute con su madre y la golpea, ella interviene valiente y decidida y el sujeto la empuja con violencia a este pequeño reducto donde el frío se cuela por todos lados y las ratas la asustan cada vez. Sin embargo, algo es distinto, porque el tipo entra a la leñera con ella. En cosa de segundos y como si no estuviera pasando la niña siente las terribles manos de este hombre hurgándola por todos lados, penetrando sus secretos, ahogando sus gritos con su lengua inmunda y su aliento a alcohol. La golpea nuevamente sólo para aturdirla y poder cumplir su cometido en paz. Un rato más tarde, acomodando sus pantalones y abrochándose el cinturón, la dejará salir de la leñera, sin decir una palabra, los ojos rojos de llanto, la ropa rota y sucia. La niña no sabe cómo explicar lo sucedido y luego que la madre la ignora, ella insiste en su versión. La madre, en un arranque anti natura la golpea y la echa de la casa. No hay punto de comparación, el sujeto coopera con la casa, hay otros niños de por medio y esta cabra tonta más temprano que tarde será un problema mayor. Arrastra su cuerpecito adolorido, la levanta como a una bolsa de verduras y la expulsa del que alguna vez fue su hogar.
Estrella no puede contener su pánico y llama al guardia. Haciendo uso de todo su aplomo y para no ser objeto de burlas de las demás, indica que el tipo está borracho y que se quiso pasar de listo, fingiendo estar muy molesta. Los clientes no pueden tocar a las bailarinas, ni en la barra ni en el salón, le recuerda al que llega a socorrerla.
Mala cosa con este sujeto, iba bien, calculaba ya su propina cuando se le ocurre tocarla. ¡Qué idiota! Cuántas veces ha hecho que el padrastro pague por su crimen, representado hasta la abundancia por todos estos tipos que llegan sin que nadie los llame a gastar una fortuna por una puta cerveza. Aquí está a salvo, cuando los recuerdos oscuros la asaltan, las demás chicas la protegen, en una hermandad tácita y seca, aunque se saquen los ojos por una propina al minuto siguiente. Ella ríe de los clientes que son sacados a patadas del local. Cada uno de ellos es el hombre que la atacó. Cada una de sus compañeras es un cliché repetido hasta el infinito, que no ha cambiado, ni parece cambiar. Ella al menos sabe que se irá de ahí. Pero eso lo dicen todas.
Triste, pero muy real escrito con el mayor respeto posible, es una realidad aunque da pena, pero es así.-
Desgarrador el relato, sin duda, este personaje es el mas real de todos.-
Muchas. A veces son demasiadas
«Cuantas estrellas bailan en la noche de la vida, pero sólo algunas brillan deslumbrando, otras titilan insignificantemente y finalmente se apagan.»