La Costurera

Cuando recién me casé con Gregorio- dice Mary-  y nos vinimos a vivir a esta ciudad, no era más que un pueblo con unas casitas miserables, si incluso esta calle era de tierra hasta hace como, ¿cuántos años serán? ¿unos quince?

Arriba, en esa población donde mataron a esta niña que aparece en el diario, vivía una costurera que venía a hacer los uniformes de las niñitas y toda la ropa de cama, los plumones, los acolchados, todo se hacía a mano entonces. Ahora es población pero eso era una toma, sí me acuerdo, una ruina, sabes?. Todas las casitas desarmadas, el agua sucia corriendo por todos lados, los niñitos a pata pelada. Yo fui varias veces a buscar a la mujer que venía con mis sábanas a cuestas. En ese tiempo yo manejaba, tenía mi Fiat 600 y echaba a las niñitas arriba y partíamos. Volvíamos temprano, eso sí, no vaya a ser cosa que se pusiera «nerviosito» Gregorio.  Tan terrible y celoso que era en ese tiempo. Viejo huevón, ahora de viejo está huevón ¿sabes?.

La costurera era una buena mujer, estaba ahi en esa toma, porque le había quitado su casa la otra mujer de su marido. Cómo alegaba la pobre, con dos hijos que alimentar y el gallo brillaba por su ausencia. La ayudamos harto. Bueno ella me ayudó a mí también…

Mary hace un alto y busca un cigarrillo, escondido en el jarrón francés que adorna su anaquel lleno de vasos de cristal. Uuuyy, si te contara las cantidades que se quebraban cuando teníamos un alegato con Gregorio. Esos son más o menos nuevos.

Respira profundo y por primera vez en todo este tiempo de compañerismo fraternal, a lo largo de las muchas cenas que hemos compartido, lento hace palpable un secreto que hace mucho que yo sé, pero jamás había escuchado de sus labios.

Cuando Gregorio se enfurecía, agarraba todo lo que estaba por delante y volaba por mi cabeza, jamás esperé una conducta así cuando me casé, tú sabes, yo tengo hermanos, pero siempre fueron respetuosos. ¡¡¡Y mis papás!!! Jamás una mala palabra, pero yo estaba tan enamorada…, en fin. 

Gregorio ese día llegó más curado que de costumbre y yo acababa de llegar del colegio con las niñitas. Se molestó por una tontera, ni me acuerdo, y de pronto llovieron las palabrotas y los platos por mi cabeza. Mis hijas eran chicas y se escondieron calladitas detrás de la puerta, no sé como lo hice, no tengo ese recuerdo. Me he vuelto tan desmemoriada. Tomé a mis hijas de la mano, avancé por el pasillo y salí por la puerta, como alma que lleva el diablo. Gregorio había ido a buscar una botella de gin para echarse un trago y seguir con el show, pero no lo permití. Agarré mi Fiat 600, metí a mis hijas adentro y empecé a conducir como loca por el pueblo. No me preguntes cómo, pero llegué a la casa de la costurera. Ella salió afuera de su casita y me miró con cara de espanto. Recién entonces me di cuenta que no me veía muy glamorosa que digamos. Entendió todo la mujer, ¿sabes?.  No me preguntó nada y me ofreció una taza de té. Las niñitas todavía lloraban de susto.

La mañana siguiente, la mujer me prestó plata para el pasaje en tercera clase. Me iba a la casa de mi hermana y nunca más la volví a ver.

Cuando regresé al pueblo, ¡¡¡tonta yo!!! años después, la mujer ya no estaba, la busqué por todos lados, era de confianza y muy honrada en su trabajo, no pude darle ni las gracias…

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2 comentarios en “La Costurera

  1. En el dolor se reconocen y solidarizan, sin darse explicaciones se tienden una mano amiga, son pequeños gestos los que revelan la grandeza del alma

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