Era en Abril

Se conectan en un beso largo y jugoso. Se aman como el que escapa, como el que teme, como el que vive. Un tiempo que parece la vida entera precede este amor que para Christine es tan real como este momento. Thomas es un poco más prudente, o tal vez un poco menos crédulo. Es graciosa la sensación de ser abrazado, de sentir el amor, baby, en todos lados. De disfrutar los largos minutos de fabulosos masajes y de poder contarlo a sus amigos, como el mejor de sus hallazgos. Se precia de encontrar tesoros en el mundo, cree firmemente que Christine es uno de ellos.

Ha vuelto no hace mucho de uno de sus viajes, que ha sido más que todo una pérdida de tiempo, viejos fantasmas del pasado le atormentan y hasta este confín del universo no llegan, piensa Thomas. Christine le cuida, le escucha, le besa y le adora, como nadie antes en su vida, o como nadie que él recuerde de buenas a primeras, lo que es mucho decir.

Para ella es claro todo lo que sucede. Es más sabia, más segura, más terrenal. Está claro este destino, está clara esta voz que se alza hermosa desde su corazón y que honestamente habla por sus labios, cada vez que le dice a Thomas que le ama.

Todo va, hasta ahí, más o menos ideal,  pero ella ha advertido un problema que no esperaba, un hecho que no planeó y que sin embargo, se posa en su mente, aterrándola. Está embarazada. Ha caído en su propio juego, aplazando más allá de lo prudente las precauciones para estos casos, sin darse cuenta del mismo tiempo y ahora la sensación de haber sido tan estúpida y haber actuado como una adolescente invade su ser. ¿Cómo ha sido posible?, bueno, sabe bien cómo ha sido posible, pero no acepta el haberse equivocado, el haber confiado ciegamente en su cuerpo y negarse a la existencia de la irrefutable fuerza de los elementos.

¿Cómo le digo? ¿ Cómo lo arreglo? No puede tener este hijo, existen demasiados contras que se acercan amenazantes al pequeño ser, que se empeñó en alojarse escondido en su cuerpo. Tiene que ir al médico, esto no puede estar pasando. Hay un error y debe arreglarlo.

En la consulta, el médico se muestra amable y le alcanza un pañuelo desechable cuando la ve llorar como una adolescente, aturdida y choqueada por la borrosa fotografía del ecógrafo. Sí, concluye, estás embarazada. Ahora todo en tu vida va a cambiar.

Camina por varias horas en la ciudad, bajo la lluvia, pensando cómo conciliar las emociones, cómo dejar a todos contentos, cómo enfrentar este dilema. No, no puede, lo ve ajeno, perdido, innecesario, irracional. Sabe que Thomas jamás estará de acuerdo, y que su reacción sólo le confirmará lo que ya sabe que tiene que hacer. Las palabras del médico retumban en sus oídos, tratando de calmarla, diciéndole que pueden ir ambos la siguiente vez a ver las fotografías del embrión, y que mágicamente él aceptará, que es todo parte de la vida y que él no saca nada con quejarse ahora, que si tiene algo que decir, porqué no usó un preservativo, desde el inicio.

Christine llama a Thomas y se juntan en un pequeño bar. No es necesario el discurso que ella ya tiene preparado, Thomas con sólo mirarla sabe lo que está sucediendo. Evita las preguntas de rigor y se esfuerza en explicar su punto de vista y enfatizar que sobre este tema ya habían conversado y no me vengas ahora con el cuentito de los hijos, porque la pasamos muy bien los dos solos y con un bebé de por medio, ¿dónde quedo yo?.

Christine está perdida, no puede sobrellevar el estupor y la imagen de la pequeña mórula en su cuerpo la persigue todos los días. Se siente grotesca, aterrorizada, diferente, pesada, menos atenta, más hambrienta. No quiere nada de esto, no está preparada. Piensa incluso qué dirán sus padres al enterarse. Es todo tan extraño. Pero más extraño es lo que sucede la noche que duermen juntos y Thomas en mitad de la velada, despierta y le remece diciéndole que la intención de ella es atraparlo, que es lo típico que pasa en estos casos y que muchos de sus amigos habían presagiado este final, donde iba a tener que agachar su cabeza y rendirse a esta verdad. ¿No sabía ella acaso que él venía de vuelta de una situación similar, con bastantes bajas como resultado y que él había sido claro y enfático al señalar que por nada del mundo iba a repetirlo? ¿Era que no hablaban el mismo idioma?, ¿era que no había sido suficientemente explícito?

Christine no puede parar de llorar, y no puede creer que este ser miserable y egoísta es el hombre que ella tanto ama. No puede creer que el pánico nuble su conciencia y se permita tratarla como una traidora. ¿No era ella la única que le amaba con sus ángulos agudos y sus verdades asfixiantes? No , no puede traer al mundo a un hijo de este hombre débil, quebrado, enfermo y sin embargo tan cálido al mismo tiempo. Es una locura.

Contacta sin decir nada a nadie a Maribel, la jefa de obstetricia del hospital general de la ciudad. Se conocen desde antes y Christine sabe por fuentes no confiables que Maribel es una reconocida abortista, de impecable reputación y con un marcador imbatible de ninguna muerte ni menos infecciones por malos manejos. Se juntan en la mínima consulta y sin muchos preámbulos entran en materia.

Maribel le explica lo hermoso de la maternidad y cómo ella después de los cuarenta goza con su hija y de lo capaz que fue de disfrutar de toda la experiencia. Que siempre es necesario optar por la vida, que lo dice el Papa y está en la Constitución, pero que ,sin embargo y dada la condición de ella y su certeza y seguridad, por una cantidad bastante razonable y en un tiempo reducido, podrá deshacerse de este inconveniente. Maribel opina también que si fuera legal y voluntaria esta práctica, se evitarían tantos escarnios y sinvergüenzuras con niños y apenas adolescentes, pero desgraciadamente las cosas no son así, asi que no comentes nada y nos juntamos el viernes en la tarde para efectuar el procedimiento.

No hay más que agregar y Christine llama a Thomas para comunicarle la decisión. Sin dar mayores detalles, se juntan en un pequeño café y él le entrega un sobrecito con los valores para pagar. De pronto y de la nada, en mitad del café, un niño, hermoso, suave, sano, lleno de vida, se queda mirándola sin moverse. Le sonríe. Ella cae en cuenta de su cara y de sus ojos, es como si Thomas estuviera allí convertido en este pequeño. El niño sigue ahi, hasta que de pronto gente de otras mesas se levanta. El pequeño desaparece por encanto.

Ese día, Maribel aplicará sin vacilación un antibiótico en una dosis suficiente para curar un elefante,  que le dejará a Christine un escozor en la pierna por algunos días. Procede con seguridad y talento. Ya ha hecho esto tantas veces, ha perdido la cuenta cuántas. Le explica a Christine que no puede anestesiarla porque corren el riesgo de que no vuelva, y sería más caro y complicado con un profesional para dormirla. Así que de tripas corazón mujer, y considera que parir una criatura es un sufrir de días enteros, esto va a ser sólo unos minutos. El procedimiento es terrible, brutal pero certero. Lentamente Christine siente cómo, Maribel, ayudada de este instrumento, va haciendo desaparecer la casita que su pequeño había formado despacito. Cómo se va perdiendo el nexo con este ser que se había empeñado en quedarse para acompañarla, para hacerla feliz y sólo Dios sabe qué más, porque ahora ya no queda nada.

Qué terrible había sido soñarlo, que terrible había sido verlo por unos segundos sonriéndole y luego aceptar que no puede verle nunca más. Mentalmente había perdido perdón al bebé antes de venir y se esmeró en explicar todos los detalles, suplicándole que entendiera que, muchas veces, en el mundo de los grandes, las cosas son asi.

El dolor de su cuerpo pasará en menos de veinticuatro horas. El dolor de su corazón le acompañará largas semanas. Llorará en el hombro de Thomas muchas veces, hablarán, discutirán y siempre llegarán a la misma conclusión. Verá repetida la imagen del niño del café en muchas ocasiones, hasta que el dolor mismo ceda por simple desolación. Él le dice que la ama, porque ha sido valiente y que nunca logrará curar del todo su dolor, pero se esforzará, porque es lo mejor que le ha pasado en esta vida, o al menos que él recuerde de buenas a primeras, lo que es mucho decir. Christine le cuidará, le escuchará, le besará y le adorará, como el primer día, pero siempre en este abril tibio, tendrán este recuerdo compartido. Se abrazarán muy juntos y compartirán las memorias y las preguntas, revivirá ella el dolor  y lento se irá pasando al abrigo de su mutuo amor. 

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3 comentarios en “Era en Abril

  1. Que dificil situacion, se requiere mucho temple para superar el trance y seguir amando
    Me cuesta encontrar las palabras adecuadas, creo que consecuencia, dolor y pena resumen demasiado.

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