Mary nuevamente ha ido a la rápida al supermercado. Este constante sube y baja en que se ha convertido su vida es agotador , incluso para mí que soy espectadora.
Ella confecciona la lista apurada y en el camino, ya que nunca sabe en qué momento Gregorio le pasará a buscar para llevarla, a las carreras por la ciudad, como si la vida de alguien dependiera de eso. Llegan al supermercado y Gregorio se pierde en los pasillos, empujando el carrito con una velocidad de locura. Rápidamente selecciona diferentes productos que Mary, a escondidas debe devolver, los que pueda, porque tienen docenas de los mismos guardados en la despensa.
Todo aquello que ella realmente necesita, es pasado por alto sistemáticamente, una y otra vez en las vueltas raudas de pasillo . Mary quisiera mirar, comparar, rebuscar, pero Gregorio es mucho más veloz y es el que maneja el dinero, así que debe apresurarse, coger lo que alcance de su lista sin demora e instalarse junto a él en la caja, antes que salga disparado con mercadería y todo y la deje abandonada en el local.
Llegamos con Pancho, mi marido, esa tarde, como de costumbre a comer, y sorprendo a Mary acomodando las bolsas de la compra en la cocina. Le ayudo en su tarea y me cuenta…
Este Gregorio tan acelerado, mira si otra vez trae estos porotos de tarro españoles, que son durísimos pero le encantan, tengo más de siete latas en la despensa, no me escucha, trae y trae, no le importa nada. Es tan exagerado, mira más litros de bebida y carne, si tengo el refrigerador lleno de carne. No pensará dársela al perro, está tan huevón este viejo últimamente. Más cecinas, si ayer no más tiré no sé cuántas que se vencieron, menos mal que hay plata para comprar, ¿tú no quieres llevarte algo para tu casa? Mira, yo te hago una bolsa más rato y te llevas parte de estas huevaditas, que nadie se las come y no sé por qué tan cargante de seguir comprando. ¡Si es porfiado!.
Ahora van a querer comer algo y la empleada no me dejó nada preparado, como yo salí apurada, la mujer aprovechó y se escapó no más, si ni la loza dejó lavada. ¿Hagamos unos huevos con salchichas? Tengo salchichas para darle a un ejército, mira si está lleno el freezer con salchichas.
Cocina rapidamente las salchichas mientras yo preparo los huevos. Estamos casi listas cuando Gregorio entra a la cocina, todavía con las migas de las magdalenas que tanto les encantan y que seguramente tiene por montones y declara que no quiere huevos, tiene ganas de comer un bistec y que mejor salgamos a cenar afuera.
Esa ha sido idea de Pancho, dice Mary contrariada, pero no se deja abatir. Sabe bien que su opinión poco importa. Cambia su sweater y busca una chaqueta más elegante y , graciosa como es ella, bromea que hace dos años que no salen a comer juntos. Pancho me mira, me cierra un ojo y dice – Aprovecha Mary ahora, que con esta salida, por los próximos dos años estás sobregirada. Reímos todos y ella en especial, genuinamente divertida.
Salimos del brazo y vemos cómo Gregorio le da los huevos y las salchichas al perro. Mary me dice bajito – ves, si te digo este hombre más viejo, más huevón.
Bien graciosa es la vida casi bucólica que llevaba el personaje junto con Pancho, viviendo de las experiencia de la amiga Mary
Quiero dejar estampada aquí mi muy buena impreción por lo leido, da gusto leer este tipo de historias ya sean reales o no, estan escritas con dedicación y muy bien relatadas.
Ojalá siga escribiendo, pues creo sin temor a equivocarme que esta es su verdadera veta.
Felicitaciones.-