Nuestro Bebé Maestro

Llegaste pequeñito y rosado, desde el hospital regional, causando la conmoción más grande en la vida del hogar. Nada estaba preparado, nada hacía pensar este cambio tan gigante en todas nuestras vidas.

Viniste al mundo producto de la porfía y el empeño de tu madre, la última de nosotras, y del profundo amor que nadie se atrevió a suspender, porque nadie creyó que fuera posible,  una mocosa apenas pudiendo sentir tanta decidora pasión. Se ocultó por varios meses, sin dar noticia ni seña, preocupando a los padres, alertando a los vecinos, poniendo los nervios de punta en la familia, que tal como habíamos soñado, era partida en dos por esta máquina demoledora que se llamaba destino.

Arribaste envuelto y calladito, pero al minuto siguiente llorabas con furia y nadie sabía muy bien donde se apretaba ese botón mágico para hacer el silencio necesario para verte, olerte y tomar tu pequeña mano y entender que sí, efectivamente, estabas vivo.

Aprendimos de a poco y sin darnos cuenta, porque la vida tiene esa particularidad, al amparo de los hechos consumados, cuando sencillamente eran infructuosas las prisas para cambiar el pañal o los cuidados para no resfriarte. La casa entera se acomodó despacito y sin dar señas aparentes a tu presencia infantil. Muchas cosas fueron transmutadas en la medida de la necesidad y todo giraba en torno a ti. Eras nuestro bebé maestro.

Aprendíamos lenta y torpemente las artes de ser tu guía, cuando eras tú en realidad el que guiaba, sorprendente y cariñoso, dulce, suave, ideal. Acostumbrado a cinco mamás, en vez de sólo una, como el resto de los mortales, te dabas maña para pasar de brazo en brazo, para estar despierto hasta las tantas o sencillamente para dormir regalón y divertido en el regazo de cualquiera que estuviera disponible.

La mamá de alambre y la mamá de toalla era nuestro experimento, sin embargo, nos peléabamos, en silencio, para ser siempre la de toalla, la que acuna, la que abraza, la que pasea sin descanso y la que simplemente se agotaba contigo en los brazos, sintiendo suave como el sueño te iba embargando y lentísimo cambiaba tu respiración. Al mirar con detención, el pequeño torbellino estaba totalmente aplacado y una expresión plácida acompañaba tu dormir. Era entonces que el hogar se llenaba de tu suave respirar y se hacía mullido y cálido para arrullarte.

Creciste de a poquito y en contra nuestra. Acostumbradas a tu olor de recién nacido que duró más allá de todo pronóstico, te fuiste haciendo grande y de grande aprendías, explorabas, sentías, olías, buscabas, tomabas, descubrías y finalmente hablabas. Sabiamente fuiste mostrando lo esencial de la vida a nuestros ojos asombrados y sinceros que buscaban sólo protegerte. En tu mirada estaban todas las nuestras, en tu sonrisa todo nuestro corazón. Eras nuestro bebé maestro.

Me viste llorar una vez, desconsolada y tu insistencia de pequeño abrió la puerta. Preguntaste intrigado y sólo pude contestarte la verdad, sin embargo la verdad que me lanzaste fue tan aplastante y decidora, aún recuerdo tus palabras suavecitas y tus manos pequeñas limpiando mis lágrimas saladas – Las personas que se quieren están juntas- me dijiste y enseguida me tomaste de la mano y me diste una luz que no esperaba, una esperanza que no quería, una decisión que no pensaba.

Hoy ha pasado mucho tiempo desde entonces, creces con preguntas y matices, con dolores y con alegrías. Vemos tus progresos y tus victorias, las celebramos juntos, en esta constitución extraña de la vida, un bebé con cinco mamás. Eres parte gravitante, sin embargo, de mi propia vida, rio contigo desde el fondo de mi corazón, lloro el destino que nos ha tocado, como esa tarde cuando me descubriste asolada por la pena. Eres mi pequeño sol, mi orgullo, mi mayor preocupación. Hemos descubierto el mundo juntos, hemos cabalgado en el viento con los volantines, roto el límite de velocidad con la bici, descubierto tesoros submarinos en el lago y de tarde en tarde perturbas mi concentración con los juegos de computador que tanto te entretienen. Será porque siempre ganas y has aprendido tan pronto que en esta vida no siempre se puede. Eres todavía mi bebé maestro. 

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