Los Peces

Mira el niño con ojos inquisitivos el paquete debajo del brazo del padre. Es inusual, es raro, es redondo y achatado, no es una pelota, ¿para qué si no juega? Piensa a mil por hora. La curiosidad se hace tacto, vista y olfato. Finalmente, sin poder contenerse exclama la pregunta esperada. El padre sonríe y se deja cuestionar una vez más. Pretende que no escucha, que no entiende. Se aburre el niño, se molesta, se obsesiona. El pequeño se convierte en hombre demandante y el hombre se convierte en niño divertido, escondiendo detrás de su espalda el presente.

Abren con desesperación el regalo y sin poder creer lo que ven con sus ojos, se llenan sus caras con una sonrisa gigante. Lento, van descubriendo los puntos de esta pecera; gigante para el niño, manuable para el padre, que contiene dos pequeños pececitos de colores, que nadan sorprendidos por la luz.

Los veo en este punto, ambos con la misma sorpresa, la misma curiosidad y el mismo empeño. Mi corazón toma una fotografía. Me pregunto si este nexo delgado y suave les recordará más adelante, cuando ya no coincidan en tantas cosas, cuando el padre ya no sorprenda al hijo, sino el hijo sorprenda al padre, de este minuto mágico del tiempo donde ambos son niños, con los ojos en sus manos, explicando los misterios del agua y si será suficiente como es para estos dos peces el tamaño de la pecera.

En el intertanto, los disfruto, en el ejercicio les aprendo. En la vida, les quiero.

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2 comentarios en “Los Peces

  1. «Me pregunto si este nexo delgado y suave les recordará más adelante, cuando ya no coincidan en tantas cosas.» Sin duda aquí está la pregunta a todas las dudas de tratar de ser el mejor padre.

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