El Puzzle

Cuando Gregorio compró el computador, Mary lo encontró lejos la más grande de las chaladuras que le había tocado presenciar durante estos cuarenta años de casados. Era un artefacto tan raro y complicado. Gregorio con suerte usaba el fax y ahora se traía otro problema a la casa. ¡Qué tontera!. Pero bueno, si no hay quién le diga algo.

Fue quedando el equipo, como una especie de gran brujería dentro de la casa, incluso la empleada se negaba a limpiarlo. ¡Qué dolor de cabeza! decía Mary. Pero Gregorio se empeñó y con la ayuda de su nieto mayor y de su propia porfía, aprendió lo básico. Pronto estaba recibiendo hermosas presentaciones y «cartas» como les llamaba a los correos electrónicos. Quedó totalmente fascinado con la inmediatez de la respuesta y cómo se podía conectar con cualquiera en este planeta. Mary aún lo encontraba una locura, pero eran muy bonitas las vírgenes y los santos que su amiga Betty le mandaba,  que cedió a la fascinación un buen día. Yo le ayudé a crear su propio correo electrónico y estaba como una niñita de escuela, alegre y alucinada.

Soportó estoica las intromisiones de Gregorio en su correo y cómo sus hijas le borraban sin consultarle presentaciones y direcciones, sin darle mayores explicaciones. ¡ Qué rabia ! Me reclamaba, pero se sometía por alguna razón sin sentido, que yo no buscaba comprender ni cambiar.

Una de sus nietas pequeñas llevó un día un juego, un puzzle y la instaló a su lado, para que le hiciera compañía y le fuera indicando dónde estaban las otras piezas, antes de que el tiempo se le terminara. Mary quedó totalmente obnubilada con este juego y le pidió a su nieta que lo dejara en el computador, porque ella quería probar.

Desde ese día no paró más. Es una adicta a los juegos. Compra, baja, selecciona, busca páginas. Se obsesiona con algunos y puede pasar un terremoto por la casa, ella no se da por enterada. Tan absorta y concentrada. Es la mejor forma de olvido que jamás se pudo inventar.

Estamos frente a la reja de la entrada. Tocamos el timbre por cuarta vez. Está lloviendo y el perro nos lame las manos amistoso. Pancho le convida el segundo caramelo, que se le pega en el paladar. Nos reímos, pero nadie abre la famosa reja y nos estamos mojando. Llamamos por teléfono, pero nadie contesta. Finalmente  Pancho llama al celular de Gregorio, y después de un rato, pasamos finalmente.

¡Qué extraño! dice Mary, ¿sabes? no escuchaba nada, me estaré quedando sorda. Gregorio me decía que estaban tocando, pero tenía la tele tan fuerte que yo no escuchaba nada. Pasen, tomemos un cafecito.

Al rato me acerco al computador, está el juego en pausa. Mary me explica como se juntan puntos y se van armando las piezas. Un verdadero puzzle, pero virtual. Está totalmente fascinada. 

Si no puedo dejar de jugar, me dice, estoy hasta las dos de la mañana todas las noches, qué cosa más entretenida. No me hubiera imaginado nunca esto. Pero si fíjate, qué lindos los dibujos y los colores. Qué cosa tan fantástica. Aquí estoy horas. Si ya casi no duermo siesta por seguir armando el puzzle.

Me río sinceramente y le doy un abrazo. Creo que más que otra cosa, Mary ha descubierto la mejor forma de olvidarse de todo y de todos.

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