El Milagro del Padre Pío

Terminamos de cenar. Levantamos la mesa y servimos lo que queda de la cerveza entre Mary, Pancho y yo. Gregorio no bebe cerveza ni nada de alcohol. Después de haber sido un bebedor irredento, por décadas, ahora ya no prueba una gota. Mary me ha dicho otras veces que fue un milagro concedido por el Padre Pío, aquel que estigmatizado hasta el límite de lo humano, se daba maña para seguir predicando la fe y la esperanza. Por eso Mary cree a ciegas en él. Su vida también ha sido un estigma permanente. Vivir al lado de este hombre, que la ha mandado al hospital no sé cuántas veces por golpizas horrendas y otras tantas, habiendo primado la discreción antes que nada, sólo se ha conformado con llamar un médico a la casa, que la atienda en privado. Mary siempre ha creído que la causa mayor de toda esta violencia es el alcohol. Nosotros ya no sabemos qué creer.

Gregorio estuvo en tratamiento tres veces para dejar de tomar – cuenta Mary-. La primera fue una cosa atroz, yo había vuelto recién a la casa, las niñitas estaban chicas y un doctor checo, que recién había llegado a esta ciudad, se hacía la américa tratando tanto gallo curado que andaba por ahí. Varios amigos de Gregorio se sometieron a la misma cuestioncita. Nunca supe los resultados. Era tan brutal la cosa, ¿sabes? Llegaba el doctor con unas sales y luego, inmediatamente me solicitaba una palangana, para echar ahi lo que estuviera tomando Gregorio en ese tiempo. Había que calentar el alcohol, hasta que hirviera y luego el paciente, después de haber inhalado las sales, tenía que poner su cabeza, cubierta con una toalla y aspirar los vapores del trago. ¿te imaginas? Era espantoso. La casa entera olía a gin hervido y al vómito de Gregorio, que no hacía más que acercar la cabeza, cuando daba vuelta todo el estómago y tú sabes cómo come. ¡Por Dios! Yo le alegaba al doctor, pero como casi no hablaba español o se hacía el que no entendía, era inútil. Por supuesto cobraba una fortuna, de plata si entendía el huevón, no se le podía deber un peso.

Por un tiempo Gregorio anduvo más o menos bien, casi no tomaba o muy poco con las comidas. Era imposible que retuviera el alcohol por mucho rato sin vomitar. Casi no salíamos en ese tiempo, con la lesera del vómito por todos lados. En fin.

Pero después de un tiempo y con el estómago de caballo que tiene, se «reacostumbró» a tomar y ahí nos fuimos para abajo y empezaron a quedar las grandes. En ese tiempo doña Pepa vivía con nosotros, este se amanecía tomando y habían días que no llegaba. La vieja le aguantaba todo y yo no podía alegar nada.

Después, por irse detrás de una querida que tuvo, se le ocurrió ir a la capital a hacerse otro tratamiento. ¡Pretencioso!. Seguro la huevona le ha dicho que estaba gordo, porque estaba soplado como un sapo y él, haciéndose el dije, partió. Estuvo en una clínica privada, como estuvo Frank Sinatra, me decía después el huevón y gastó no te imaginas cuánto. ¿Para qué? Si no le duró nada. Al final a la pobre mujer, le terminó sacando la mugre y la dejó botada acá afuera de la reja, con todas sus cositas regadas en la calle. Pobrecita. Yo llamé a la ambulancia para que se la lleven al hospital. Pobre mujer.

Después creo que se hizo otro tratamiento, creo. No me acuerdo muy bien, porque ese fue mi tercer intento de fuga. Estuve un año fuera.

Al final cuando volví de nuevo, la Betty, mi amiga, me regaló la estampita del Padre Pío y me dijo, Mary ruégale con fe no más, si es milagroso, vieras tú. Además, si hay alguien que necesita un milagro en este pueblo, esa eres tú. Nadie se explica cómo lo aguanto, pero ¿sabes? Gregorio es bueno, si el problema que tiene es el trago y ese genio, tan arrebatado. Dile a Pancho que te cuente, si han peleado no sé cuántas veces.

Mary no sabe que Gregorio recibió un ultimátum de las hijas y de su nieto mayor, el único varón de la familia, que se negaba a seguir viendo el estado lamentable en que andaba y a justificar las golpizas que le daba a Mary. Además, ya Gregorio estaba fichado por la policía y trataba por todos los medios de escapar de ir a parar a la cárcel. Incluso hasta donaciones ofreció, pero la policía fue implacable. Lo único que querían era ponerlo tras las rejas. Era aceptar el milagro del Padre o hundirse más aún. Gregorio no es ningún tonto, me ha repetido Pancho hasta el cansancio. Creo que tiene razón. Pero es romántico para Mary concluir que su devoción salvó su familia, y que ahora, al menos, descansa de las indignidades del alcohol. Un problema menos dirá, mientras lavamos la loza rapidamente, porque no debemos olvidar la pastilla para el viejito, justo a las 10:20.

padre-pio

Anuncio publicitario

3 comentarios en “El Milagro del Padre Pío

  1. Debieran poner la imagen de Gregorio en el diccionario, para ilustrar el termino patán, ademas de otros descalificativos que resultan halagueños para un personaje tan despreciable.

  2. Bueno, pero muy buenoesta relatado en magnifica forma y ya sea el padre Pio o quien sea es bueno que ya no tome, pero no me quiero preocupar por la cantidad de secuelas que los tratamientos han dejado en ese pobre gallo, pero las que sean es mejor que antes.
    Te felicito de nuevo, eres muy buena en esto, sigue para adelante con todas tus fuerzas.-

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s