Cada verano, justo después de navidad, Mary empieza a hacerse a la idea de su éxodo a la casa del campo, como le llama. Enclavada en la cima de una pequeña colina, domina una hermosa extensión del mar, interrumpida desconsiderádamente por el centro de cultivo de choritos del que ella se burla abiertamente, sobre todo después que Gregorio ha limpiado el estanque del agua y todas las cañerías con ácido muriático, vertiendo los residuos al mar, produciéndose los vapores más tóxicos que haya visto en su vida.
Mary debe rápidamente organizar los detalles menores, pero no menos importantes, como seleccionar y cargar las sábanas, la ropa para Gregorio, objetos de uso diario, como detergentes y lavalozas. Comida no, porque Gregorio compra víveres como para alimentar a un ejército, en una locura indescriptible que le dura días enteros, preocupado que no falte nada, para el séquito que espera le rinda pleitesía allá también.
Todos los afanes de Mary deben ser rápidos y definitivos, cortos y precisos. No hay tiempo para perder, ni siquiera pestañar. Disfruta mucho el espacio al aire libre, el mar, la contemplación, la tranquilidad y la maniobrabilidad de esta casa, infinitamente más pequeña y menos llena de malos recuerdos. La posibilidad de evadirse ciertamente, caminando por la playa, le provoca emociones encontradas. El amplio patio con un prado rigurosamente cortado, le recuerda los parques de su niñez. Añora esta casa, donde todo es nuevo y especial. Podría vivir aquí los últimos días de su vida, pero la jodienda de ir al médico con Gregorio cada tanto, las medicinas, las compras y los eternos problemas con sus hijas le impiden pensar seriamente en esta opción.
Nos levantamos esa mañana, una vez que Pancho y Gregorio han ido a la ciudad a comprar el diario y alguna que otra golosina sólo para ellos y sólo porque ellos piensan que podría hacer falta. Mary me recibe con una sonrisa y todavía en bata, me ofrece café con leche y me invita a que me prepare huevos.
– Usa esa sartén no más, que está rebalsando en aceite de oliva, seguro Gregorio esta mañana se preparó y como es tan exagerado, no sabe medir. Yo mientras tanto voy a pasar un poquito la escoba, pero pónte cómoda no más y copuchemos que estos dos tienen para rato.
Esta propiedad era del suegro de una de mis hijas, y por algún negocio medio raro vino a parar a las manos de Gregorio. Me gusta mucho la vista y me hubiera gustado que hubiera dejado más árboles, pero como es tan arrebatado, trajo unas máquinas inmensas y estuvieron trabajando como dos semanas, volando todo el cerro para hacer la casa. De arriba se ve más lindo, pero tan porfiado, no quiso construir ahi. En ese tiempo le había dado por tener una flota pesquera y quería que esto fuera un puerto de abastecimiento. Al final, vendió todo, porque le robaban mucho, decía y se quedó con la pura casa. Es tan lindo todo acá. Yo le digo siempre, podríamos salir a caminar, pero viene y se encierra a mirar televisión a todo volumen, igual que en la casa y no se puede ni conversar. Yo por eso salgo, es tan rico el aroma del mar y escuchar los pájaros. Ahhhh, me quedaría aquí tan tranquila, pero vienen mis hijas con mis nietas y esas cabras chicas son tan ruidosas, que ligerito hay que partir cascando. Ni siesta puedo dormir con las cabritas corriendo para adentro y para afuera. Si no hay un minuto de tranquilidad.
Así se pasa el verano entero, con las cabras chicas mañoseando, los viajes de Gregorio, la rutina de la casa, el perro, porque ahora quiere traer al perro. Es insoportable. ¡No estar en tranquilidad un rato siquiera!. Qué tontera. Mira, ahí vienen llegando. Seguro traen un montón de cosas del supermercado. Tan exagerado este Gregorio.
Me carga Gregorio, deberian denunciarlo en GreenPeace por anti ecológico, eso de contaminar y talar a destajo…..me carga
Pareciera estar ahí por la form tan amena de relatar, muy bueno, esa pobre Mary ni de vacaciones descansa de ese Gregorio.-
Al fin aparecieron las historias de Mary, es mi personaje favorito