Plegaria

prayer

No me siento feliz al llegar a mi casa, me has dicho de golpe y sin que te lo haya preguntado. Me has dado a entender que lo que debía ser tu hogar es un circo barato en el que moran, sin orden aparente, libros, muebles, recuerdos, vajilla, cajas vacías, espacios recónditos y un largo además.

Te escucho y trato de ponerme en tu lugar. Imagino las superficies queridas bajo el amparo de este caos que enuncias con vehemencia y no logro concentrar mi atención en tus palabras. No logro indagar para dónde va  esta queja encubierta, esta forma de evasión , ¿qué te molesta?, ¿qué es lo que te choca? ¿Qué quieres, finalmente?

Al amparo de los años compartidos, trato de explicarme tus preguntas y tu malestar, trato de interpretar tus dichos y entrar en tu pensamiento despacito y sin que me notes, para poner mi oído en tu alma atormentada por la tristeza y la sensación de los años pasados y los sueños no cumplidos. Siento, finalmente, que el desorden que tanto te molesta es el que, de modo figurado, pasa la cuenta por tus logros, metas y futuro. Escucho tus palabras, me sumerjo en tus pensamientos. Exhalo conclusiones que no vienen al caso compartir y no consigo ver el caos que enuncias con vehemencia.

Te digo, mira el vaso lleno, y creo firmemente que eres capaz de verlo, si te lo propones. Pero lo que te propones siempre ha escapado de mi entender y mis oídos son incapaces de procesar el idioma que viene de tu alma, cuando entras en ese estado de negación.

Escucho tu voz nuevamente, tus inflexiones, tus expresiones y me pierdo en lo que me hablan tus ojos.  Entiendo que estás en mitad de muchas cosas, que el tiempo avanza inexorable  y que siempre caemos en su cuenta, cuando menos lo esperamos. Entiendo que no hay seres perfectos y nunca he esperado eso de ti.

Quiero que el dolor no te toque, que la aflicción no te venza, que tus visiones sean sólo sesgos de tus miedos, que sigas soñando y me sigas deslumbrando cuando no quede nada más que ofrecer, excepto tu compañía.

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