Al tiempo que llegó la señora Pepa a vivir a mi casa, empezó a aparecer toda la parentela de Gregorio, sin ningún aviso ni invitación. A mí no me importaba porque en ese tiempo teníamos empleada y se compraba de todo, todos los días. Habían tres enfermeras, además, cuidando a doña Pepa. La pobre vieja no podía hacer nada por sí sola. Se la repartían en el día a la pobre y la ayudaban en todo.
La que empezó a aparecer bien seguido fue mi cuñada, la hermana de Gregorio. La Nena era muy simpática en ese tiempo, después se puso pesadita, pero Gregorio le hizo tantas chanchadas. ¿ Quieres un café?
Mary parte a la cocina, sin que me dé tiempo de acompañarla. Miro sin mucha curiosidad las fotografías que cuelgan de las paredes, donde salen ellos en sus viajes. Me pregunto cuántas cosas tuvo que aguantar en todo el tiempo que estuvo con su suegra viviendo en la casa. Entonces, Gregorio tomaba bastante y en varias oportunidades la policía le detuvo por manejar con trago. Eso y varias otras cosas más.
La Nena era muy especial entonces, muy coqueta ella, sigue Mary. Como había vivido en la capital por harto tiempo, se creía la muerte. Llegaba acá con unos vestidos que te mueres lo lindos, pero delgaditos, como telas de cebolla, no sé cómo no se moría de frío. Unos abrigos tres cuartos a la última moda, taco alto. Le encantaba andar de taco alto. Usaba siempre taco alto.
En las mañanas, los fines de semana, le fascinaba ir a la caleta de pescadores que hay aquí. En ese tiempo no era como ahora, llena de suciedad y con esos locales por todos lados, donde venden puras leseras. Entonces, era como una playita. Llegaban los botes a cada rato, con la gente cargada con mariscos, carne, pollos, corderos vivos y verduras para vender al lado del muelle o llevar a la feria. Era todo muy bonito y muy limpio. Ahora es un verdadero basural, lleno de gente, roban a cada rato y no se puede andar. Mucha gente se quedó con la imagen antigua de la caleta. Hasta un pintor se hizo famoso retratando al lugar. Arriba hay un cuadro ¿lo has visto?
A la Nena le fascinaba el marisco y partía tempranito, de punta en blanco, a la caleta. Me decía que le encantaba el olor del mar, pero yo creo que le gustaba que los pescadores le silbaran y le dijeran piropos. Era muy buena moza ella. Llegaba y ya tenía gente que la conocía y la atendían. Se largaba a comer mariscos ahí mismo. A veces iba con mi hija mayor, Maryann y llegaban todas chorriadas de limón y jugo de ostras, choritos y quién sabe qué otras leseras, muertas de la risa, cansadas y todas mugrientas. Se quedaban dormidas al tiro y ni tomaban el té con nosotros. La señora Pepa siempre se reía que la Nena era una loca y que así nunca iba a encontrar marido, pasada a cochayuyo y con los zapatos tiesos de arena y caca de caballo, porque se juntaban carretas ahí a descargar los botes de la gente que iba a la feria a vender verduras.
Eran otros tiempos, entonces, ¿sabes? Después que falleció mi suegra, la Nena con Gregorio se distanciaron. Empezaron a pelear por las propiedades y quedó la pura pelotera. Ahora ya ni nos llamamos.