Visiones

La mañana amanece blanca, la escarcha cubre todo. Pastos, tierra, árboles, incluso las telas de las arañas son sorprendidas impúnemente y destacan en los cercos como banderas al viento.

Él revisa nervioso el gallinero, el establo y los galpones. Es la primera helada de la temporada y se cerciora de los daños. Deben estar preparados, el invierno se viene a pasos agigantados. Esta es la prueba irrefutable que el frío será quien comande la estación. Manda a reforzar los cierros, cubrir las paredes aquí y allá, atrincar los fardos de pasto y los sacos de trigo en el granero, mientras la mañana va avanzando lentamente, como si se negara a salir. El sol empieza tímido a iluminar, un poco primero, más, a medida que las horas avanzan.  A nadie le gusta la helada. Sufre la tierra, los hombres, los animales. Es preferible el aguacero, ruidoso, férreo, amenazante, que deja todo ensopado a su paso, pero no aletarga, no cristaliza los sentidos. Sufre la menta y el poleo. Sufren las gallinas, que se niegan a comer los granos de trigo que les arrojan las mozas, junto con las migas del pan del desayuno.

Los pequeños se acercan corriendo, sus manitas rojas de frío, sus bocas llenas de pan fresco y crujiente. Algunos con graciosos bigotes de leche. Persiguen a las gallinas, mientras las mujeres empiezan a colgar el lavado en los cordeles de alambre, a lo largo del patio. Penden de pinzas de madera blancas sábanas que exhalan un vaho irreal por el contraste de la temperatura. Lucen como tétricos fantasmas, en medio de una niebla que se queda atascada entre los rayos del sol, que, tímidamente, empiezan a llenar el espacio.

Se queda suspendido mirando las sábanas y su imagen de sueño. Por un segundo, todo lo demás se borra de un plumazo y sólo queda la niebla, saliendo de todas partes, envolviéndole.

De entre sus sueños, aparecen imágenes difusas primero, que se tornan en una visión macisa y clara. La figura perdida de un hombre se acerca peligrosa y desafiante al borde del puente. Su cara luce agobiada, sus ojos  destellan furia y sinrazón. La niebla le envuelve, el frío le hace tiritar. Su chaqueta cae sin gracia al suelo, mientras atraviesa la frágil baranda, para enfrentar su vista con la imagen irreal de las aguas del río, que corre irreverente y ruidoso por la cañada, arrastrando troncos y ramas. La rabia que le llena su corazón no le deja pensar con claridad. El rifle está a un lado de su chaqueta, inerte y sin tiros. Mira fíjamente y, entre la neblina, su cara reluce como la faz de la luna. La niebla envuelve todo, el frío congela el momento, se endurece la escarcha, sin ruido, haciendo resfalosa la superficie gastada de las tablas del puente. Mira y trata de encontrar familiaridad en esa cara, pero de pronto, el cuerpo se precipita lenta y dramáticamente por el borde del puente, en medio de la noche, en medio de la escarcha, envuelto por la niebla.

Pasan los niños corriendo por entre sus piernas y le traen de vuelta. Mira sus caritas sonriendo, escucha sus risas musicales y contagiosas. Repara por última vez en las sábanas colgando del cordel  y el vaho irreal del contraste de temperatura. Del poniente, la sombra de un hombre a caballo le devuelva a esta realidad.

praderas

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2 comentarios en “Visiones

  1. Es tan realista y vivido el relato ,que me dio frio…me hizo evocar los inviernos de mi infancia, ese frio seco que te cala los huesos pero correteando se pasa rapidito.. muylinda historia

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