No puedo más del dolor de cabeza, pienso, mientras el bus avanza por campos infinitos y el sol hace su aparición lentamente. Es temprano, dice la mujer sentada a mi lado. Me pregunto, con tristeza, si lo es realmente.
Ayer se descompensó, no hubo forma de moverla y la respiración se le cortaba por segundos eternos. La ambulancia llegó tarde y el chofer se bajó, apagando su cigarrillo en la acera, maldijo que el portón fuera tan estrecho y forzó la camilla para entrar. La pusieron arriba, tapada por una manta gris con las letras de identificación del hospital y partieron ambas, madre e hija, a este viaje incierto, de los pocos que habían hecho juntas jamás.
En cada parada, la vida de las personas me llena de constante información que no necesito. Sólo necesito que este dolor se vaya, que lo que creo que sucederá no pase realmente. Me desconcentra además, el pedal del freno y la chicharra molestosa indicando que se ha excedido el límite de velocidad, me abstrae de mis memorias, de cuando todo estaba en calma, cuando los olores eran sólo eso, cuando los recuerdos servían sólo para encontrar la alegría, cuando lo cierto era real y tangible, cuando nada dependía de mí.
En el pequeño hospital, luego de tomar signos vitales y aplicar un sedante, son guiadas a una salita de espera. Nadie repara en ellas, nadie parece verlas, la madre apenas respira, la hija se ve cansada, sobrepasada, atosigada por miles de dudas. Pasan por su lado una y otra vez, vestidos de blanco riguroso, como crestas de olas en un mar perdido, sólo les mecen de tanto en tanto, pero nadie atiende, nadie resuelve , nadie repara en ellas.
Me duele mi corazón, como si el dolor de mi cabeza hubiera descendido por alguna arteria hasta llenarme de él. Las lágrimas aparecen porfiadas a cada momento y me pongo mis lentes de sol antes de bajarme en la parada, una cuadra antes del hospital. Sé que están ahi. Todo sucede tan lentamente, es como si una fuerza ajena detuviera mi avance. Las encuentro aún en la salita, tomadas de la mano, como testigos de un naufragio. Todo parece caerse frente a mí, mis certezas, mis esperanzas, mis sueños, mis recuerdos y todo lo que soy. Las abrazo con calma y juntas, en esta nave holgada de la vida, nos abrimos espacio, sacamos la cabeza y respiramos hondo. Aparece la existencia frente a nosotros, la innegable realidad. Nos tomamos de las manos todas.
Me ha gustado mucho las dos voces que entrelazas en este relato de alguien en busca de compartir una perdida. la fuerza de las narraciones se suman en un relato muy bello. Pura literatura.
Un saludo
Concha: muchas gracias por tu visita y tus amables comentarios. Este relato tiene un sabor muy especial para mí. Forma parte de mi aprendizaje de vida. Un abrazo y gracias de nuevo.
me gusto y me sorprendió el estilo, es algo que no te habia leido, ese ir y venir entre el monologo interior y el relato.
está muy lograda la sensacion de ahogo, impotencia y desesperación (y más impotencia, je) y la fuerza de lo inevitable.
hacia unos dias q no pasaba, me tuve que poner al dia!
salut,
G: muchas gracias por tus palabras. Hay varias cosas que me gustaría compartir con ustedes. Varias pinceladas, varias idas y venidas por distintos estilos de escritura, distintas historias que pidieron ser contadas de tal o cual forma o que simplemente salieron asi. Saludos y gracias de nuevo
Muy bien narrado, te sientes parte de esta nave holgada.
Me alegra que reedites textos que de otra manera sería bastante difícil que los leyeramos.
Salut
Micromios: esa es mi idea, quiero compartir con ustedes algunas cosas que sucedieron antes. Algunos textos que llegaron antes de conocerles y que merecen una nueva oportunidad. Un abrazo y gracias por tu comentario 🙂
Un relato que exige atención, que requiere de una lectura atenta para descubrir una historia con otra dentro de un texto, y una vida con otras vidas. Ir al encuentro de una tragedia y solidarizarnos con las protagonistas, en un abrazo compartido; ellas como protagonistas y uno como lector. Un texto singular, que quieres leer una vez más. saludos
Minicarver: un relato que salió de mi alma. Un encadenamiento de vidas, como sólo en la vida real se puede lograr. Gracias por tus amables palabras. Un abrazo
¡Dios mío! Qué horrible. Se me encogió el corazón, se me apretó el estómago y ni siquiera las conozco.
Luego de leer esta historia, y a menos que se trate de una de las ciertas, pongo seriamenrte en duda la conveniencia del nombre de tu blog. Y tanto que me gustaba…..
Me voy con el ceño fruncido y la espalda gacha, pero no te preocupes, se me pasa rápido. Un beso.
M: por qué??? y sí, es de la ciertas, pero no tanto ;). Bucha, lo siento en el alma, pero me alegra que se te pase pronto. Un abrazote
Estimados amigos: Voy a seleccionar algunas historias, que creo merecen la amable atención de ustedes. Levantaré una cada semana. Estas historias fueron escritas el año pasado, cuando aún no se formaba esta comunidad tan interesante. Espero sus comentarios. Muchas gracias por soportar mis locuras 😉
Ese fue el aviso del fin.
Describes muy bien el dolor del alma, tan universal y particular a la vez, me resulto muy emotivo el relato.
Asi es la vida, y hay que dejar que siga su curso, la muerte es parte de la vida y cuando se cumplen etapas bien vividas, la muerte es una buena compañera para el que la espera venir.
Triste como ella sola la historia, pero muy bien relatada y buena, uno queda esperando mas.-
uuyyyy, q escalofrios, ojala q no me pase, q terrible lo de los accidentes