Está bien aquí, pregunta el chico, colorado por el esfuerzo de trasladar la pesada fotografía, por tercera vez, de una pared a la otra. Sí, déjala allí por mientras, ya veremos, suspira José Luis, dándose conformidad. No era ahí precisamente, pero el joven le causa lástima por alguna razón. Cree haber visto su cara en otro lado, en alguna situación menos afortunada que esta.
Son muchos los recuerdos que le traen esas fotografías. Siempre que expone, debe hacer raccontos forzados, respondiendo las preguntas de los que gustan de su arte, situándose nuevamente en el momento exacto en que apretó el obturador y logró congelar ese segundo precioso con su lente. Eso es lo más fascinante y lo más difícil de explicar. Muchos le miran atontados y vuelven a preguntar. El cuadro está chueco. ¡¿Debo hacer todo yo mismo?! pregunta para sí y de dos zancadas alcanza la pared. Acomoda la fotografía y se suspende en la delicadeza de los pinos en el fondo. Recuerda con precisión enferma la escena de ese día, veinte años atrás. El hombrecito y el ruido de sus tijeras de podar. El viento arreciando. Punta Arenas. El viaje. El mar.
La rubia que estaba a su lado hacía gorgoritos de saliva y dormía profundamente. La cabeza aún le daba vueltas y tomó precauciones para dirigirse al baño. Todavía veía esas luces sicodélicas. Esos caleidoscopios que le atrapaban en segundos eternos, llevándole cada vez más lejos, la piernas como de lana y las cosquillitas por todos lados. Eran las mezclas. Fue al baño. Tenía la garganta seca, la cabeza en su sitio y una ganas salvajes de tirarse otra línea, de clavarse otra aguja, de un porro. De todo. De nada. Escuchó a lo lejos a sus amigos irse espabilando, empezar el día con palabrotas y con risas. Aletargados, pero enteros, gozando de una libertad que no se había visto en los últimos cuarenta años. Eran libres. Jóvenes y libres. Viajando por el continente, durmiendo aquí y allá, fiesteando, drogándose, decididos a vivir sólo una vez.
Su padre logró ubicarle y con la misma decisión que le había caracterizado desde que se libró de la guerra, le jaló por los pelos y le embarcó. Ya estaba bueno de disipación y libertinaje. Iba a terminar como los muchachitos esos de la plaza de las agujas, demacrado, perdido, cubierto en sus propias heces, hablando incoherencias. Te vas y no me jodas. Te subes al barco y te callas. Vas a trabajar un poco, que eso no le ha hecho mal a nadie, nunca. Nos vemos allá en un mes, le dijo secamente. Se dio la vuelta y desapareció.
La travesía ha preferido olvidarla. Los rostros de la tripulación ha preferido olvidarlos. Los sudores y las pesadillas ha preferido olvidarlas. Los vómitos, la sensación de que hasta pestañar es un dolor, ha preferido olvidarlo. El olor del mar colándose en sus narices y haciéndole sentir más enfermo. Los sonidos del mercante. Algunos otros que, como él, avanzaban como fantasmas en la cubierta, incapaces de cumplir una orden, cayéndose desmayados, causando lástima y trabajos, también ha preferido olvidarlos.
El día de invierno que atracaron en el puerto de Punta Arenas había una ventolera que amenazaba con llevarse la nave al otro lado del estrecho. Se bajó más repuesto que como se había subido, con más peso, con el bamboleo del mar pegado a sus pasos y se adentró en la ciudad más austral del mundo. No le causó mayor impresión. Era una cruza extraña entre Praga y las villas del sur del mediterráneo, con un viento salvaje que arrastraba todo a su paso. Tan fuerte que se llevó, sin que se diera cuenta, todos y cada uno de sus pensamientos. Trabajó como jornal, como mensajero y finalmente como administrativo en la planta que procesaba merluza, de propiedad de un viejo amigo de su padre. Manos faltaban a montones en esas soledades, asi que fue más que bienvenido.
Una tarde de aburrimiento sideral, se encontró con una vieja cámara fotográfica. Recordaba haber visto algo parecido, en su infancia, colgando del cuello de alguno de sus tíos y se decidió a probarla. Sus primeros trabajos fueron francamente patéticos y estuvo a punto de echar el aparato al mar, pero la fascinación de capturar el momento justo era superior a su frustración. Los rollos se demoraban días en llegar, de vuelta a sus manos, convertidos en instantáneas que iban lentamente superando su calidad. Fue entonces que se decidió a visitar los antiguos edificios y adentrarse en esta que era, ahora, su ciudad.
Había pasado mucho tiempo. Miró la imagen con detención y recordó claramente el día en que la había tomado. Su impresión por la historia del viejo ballenero. El homenaje sentido de la comunidad que lo dejó morir en la pobreza. Así había sido todo. Contrastante, disparejo, extremo, distante pero al mismo tiempo sencillo, familiar. Todo en una sola fotografía. Era difícil de explicar. Era un logro plasmarlo y ese era el desafío. Ahí estaba, frente a sus ojos. Miró al chico nuevamente y recordó dónde había visto su cara.
Relatos de mar y pesca. Hoy he ido a al puerto de Cascais y he fotografiado rostros arrugados por el esfuerzo. Me ha sorprendido encontrar su historia en tu relato. Una historia que auna tristeza y belleza. Enhorabuena.
Concha: me encantaría ver tus fotografías. Seguro hay muchas historias esperando ser contadas a través de ellas. Un abrazo grande y gracias por pasar a visitarme.
Cada fotografíase convierte en instante eterno, ya nunca el tiempo cambiará el aire ni la luz del momento que la convirtió en inmortal.
Me ha gustado el texto, un relato hasta cierto punto de peregrinación hasta llegar a encontrar lo que cambia tu vida. Salut
PD: estoy leyendo un libro sobre pescadores y ballenas.
Micromios: Esa es la magia de la fotografía y lo que atrapa a cada persona en ese delicado espacio. Ahí se queda hasta que la fotografía deje de existir. Tal vez sea lo más cercano a la palabra «perpetuidad»
Un abrazo y gracias por pasar
En ocasiones no basta ir al fin del mundo, los recuerdos se los lleva uno a todas partes Y siempre se cierran, de una u otra forma. Como en esta estupenda historia. Fotografías y recuerdos viajan conmigo siempre.
Minicarver: miles de gracias por pasar a visitarme y darte el tiempo de leer. Un abrazo
Tengo aficiones muy austeras, querida Chrieseli: caminar, leer, hacer fotografías, los viajes y el mar. Así que, lógicamente, me ha gustado mucho este relato porque de casi de todo ello hablas en él… Pero, sobre todo, me ha gustado por lo bien escrito que está –como todos los tuyos, si me permite usted decirlo otra vez.
Un fuerte abrazo.
Mi querido Luis: El honor y la felicidad que me dan tus comentarios no tiene comparación. Un abrazo muy grande y la gracias infinitas, eres de los primeros que ha creído en mí, eso no se olvida. Saludos
El «luego» ha sido un poco largo. Imponderables. Ya estoy contigo.
Una amante de las fotografías te agradece este magnífico relato en el que entiendo que la «fascinación» (sirva cualquiera que suponga un reto) es superior a la «frustración» o impedimento. A través de la fotografía tu protagonista no sólo se adentra con curiosidad en una ciudad hasta ese momento anodina para convertirla en su patria sino que de alguna forma se encuentra a sí mismo o encuentra una parte de sí mismo, para tomar las riendas de su vida.
Destacable la figura del buen padre que le embarca en tan farragosa travesía invitándole a cambiar su destino.
Me ha gustado mucho Chrieseli. Un abrazo.
Letras: No te disculpes por favor. Estás en tu casa, puedes venir cuando quieras. Te agradezco la atención que le has prestado a este relato y por supuesto tu gentil comentario. Un abrazo grande y miles de gracias por pasar.
Chrieseli: Llegué a tu Blog por «El Faro del Fin del Mundo» y me quedé muda de la maravillosa prosa que tenés y ls historias tan logradas que te atrapan hasta el final…Me iré leyendo todo a medida que pueda. Un gusto haberte encontrado!.
Claudia: El gusto y la alegría son mías. Muchas gracias por tus gentiles palabras y estás en tu casa.
Un saludo
Son diferentes fotografías? diferentes escenas? Me da la impresión de que se me escapa algo. Probaré a leerlo más adelante, a ver si estoy más lúcida.
Me ha dejado, eso sí, una profunda melancolía, y la impresión de que quien habla está perdido en el pasado y no es capaz de copsar el presente.
Fanou: Está un poco confuso, tienes razón. Una parte es el presente y lo demás son recuerdos. El catalizador de esos recuerdos es la fotografía de la tumba y es posible que haya cierta melancolía. Siempre que se hacen análisis se pone uno asi.
Un abrazo y gracias por tus gentiles y sinceras palabras. Si tienes el tiempo, me alegraría mucho que pasaras de nuevo. Saludos
La imagen plasmada en una quietud eterna, razón por la que en algunos lugares de la tierra la superstición dice que roba almas. En otros lares la fotografía llegó a convertirse en festividad y en clara opositora del vídeo, pues para la primera hay todo un protocolo con las mejores galas y sonrisas, admitiendo el paro del tiempo, saben que quedará para la prosperidad, para siempre en todo caso.
La fotografía siempre es pasado. Ser dueño de esos retazos del ayer, sean en forma de árbol, de piedra o de calle, nos hace propietarios de algo único y cierto, de aquel instante que recordaremos al verla, cuando presionamos el botón de la cámara.
¡Quieta! Di Luííííssss. Ya está, quedaste retratada para siempre. Muy guapa, mucha luz.
Abraçada
Eduard: Un agrado como siempre tu comentario. Yo soy enemiga acérrima de las fotografías, no porque me roben el alma, sino que porque me congelan en un tiempo que jamás volverá. Algunos se fascinan con eso, como el personaje de mi historia que abandona forzado la disipación para irse al fin del mundo y captar las instantáneas de una vida que estuvo a punto de perder. Hay de todo. Personas que son personajes, personajes que son personas.
Un abrazote
Una historia estupenda donde relatas como la vida da muchas vueltas y a veces cierra el círculo por completo. El chico que coloca el cuadro no sera por casualidad el hijo del personaje de la fotografía?
La vida da muchas vueltas y está llena de casualidades. El domingo pasado nos visitó un amigo para hablarnos de su último viaje. Acababa de estar en Punta Arenas donde estuvimos el año pasado. Charlamos toda la tarde sobre estas hermosas tierras. Así que el escenario de tu relato me suena extremadamente cercano!
Un abrazo
Anne: muchas gracias por tu amabilidad. Todo parece indicar que te acercas a pasos agigantados a esta parte del globo donde los contrastes hacen el día a día constante. Un gran abrazo
No, este AUN no es nuestro. El nuestro lo anunciaré con bombos y platillos, como es debido. Un abrazo
Chris ¿es nuestro relato? Un abrazo. Si no lo es luego comento.