Miraba con profunda atención. La Gran Alquimista estaba en plena faena. Trazos de polvo blanco volaban por el aire. Era seguramente polvo de hadas. Los ojos azulados se volvían de miel y azúcar. Era, seguramente, parte de la pócima. Acercó sus pequeños dedos a la masa color vainilla y la Gran Alquimista, convertida en su madre, le previene, Victoria, si metes tus manos se arruinan las galletas.
Esa escena se le repite idéntica y perfecta, cada vez que pone literalmente las manos en la masa. Han pasado varios años y la práctica ha hecho de Victoria una maestra. La suave composición de los ingredientes, los aromas embriagantes que despide su cocina la llevan a estados de conciencia más allá de esta tierra. Viaja con los sabores exóticos de la canela, el kirsch, cardamomo, pistachos, jengibre y su trofeo más preciado, el chocolate de Bruselas. Cada bocado es un placer, cada atisbo de color es un descubrimiento. Como Vermeer, juega con las tonalidades para darle vida a sus creaciones. Me topo con ella esta mañana y el café perfumado de su tienda debería prohibirse en estas latitudes, por embriagador y alucinante. Se ríe de mi ocurrencia y me cuenta la escena de su niñez y cómo logró, paso a paso, establecerse en esta profesión tan inestable y llegar al grado de Alquimista de las Cosas Dulces, como un conocido la llamó una vez y quedó como parte perenne de su historia.
Hay mucho de pasión en esto, me aclara, pero también hay mucho de conocimiento interior. Ahora, que he vivido un poco más, te lo puedo asegurar. No es solamente la combinación de los ingredientes, es un estado emocional, un viaje permanente a los sabores internos. Es difícil de explicar, me mira, pensando en voz alta. He documentado cada receta, dice, con detalle enfermizo y no he tenido el mismo resultado que con otras que sencillamente han salido de mis manos, en ocasiones en que la calma de mi corazón ha primado en la escena. Me cuesta imaginarla no estando en calma, pienso disfrutando lentamente su praliné, reciente creación inspirada en los días de agosto, me explica, cuando el sol lucha por escapar del predominio del viento y la lluvia y se ven de cuando en cuando atardeceres magníficos, que podrían ser escenas prodigiosas de la cálida Africa, mientras el vaho de la escarcha va creando una atmósfera fantasmal entre los bermellones y dorados del cielo.
Compartimos el mismo paisaje y el amor por este lugar. Ella ha logrado captar la esencia de un espacio mágico y maravilloso, con sus sabores a flor de paladar. Nos miramos, mientras el chocolate se va derritiendo. Un sorbo de café al unísono y el hechizo está completo. Veo bajando el polvo de hadas y me la imagino, de niña, asombrada con estas creaciones llenas de encanto y de amor. Mismas que repite, a pié de la letra algunas, otras con un poco más de holgura, no sólo para placer de sus clientes, amigos y comensales, sino muchas veces sólo para ella. El resto, es pura magia.
Tendré que acecharte, cerecita, estoy tarde. Ya todo lo dijeron y muy bien dicho, especialmente los primeros. Lo que no dijeron fue algo que me gustó casi tanto como los chocolates, lo circular de la historia, el principio maravilloso que vuelve a comenzar al final. Lovely indeed.
M: Así es la vida, mi querida M, circular en grado summo. Sobretodo con lo que nos transtorna, con lo que nos provoca placeres evocadores, como estas delicias de chocolates en este otoño que se va tornando cada vez más frío. Un abrazo apretado y las gracias por tus comentarios, que son as lovely as you are 🙂
jejejeje, vos tambien che!
adhiero a las palabras de anne, es una especie de autorretrato, que me ha dado muchas ganas de tomar cafe con bombones, jeje.
y ademas, lograste describir la misteriosa sensacion de escribir una historia que parece dictada por otros por lo inspirada y veloz – tan veloz que no nos da la velocidad de los dedos para plasmarla – en los momentos de inspiracion, en oposicion a las historias que a veces tienen toda la tecnica pero no tienen la suficiente alma.
muy buen relato.
salut!
G: En realidad en mi vida no he hecho chocolates, he comido miles eso sí y aquellos en los que he inspirado esta historia, es que te mueres lo buenos que son.
Como todo en esta bitácora, esta historia tiene de cierto y de no tanto.
Es así, cuando la inspiración llama, o las voces llegan, no alcanza la mecanografía para plasmar todo. Sos grande, querida! (como dicen uds por allá) Un gran abrazo
Simplemente Alquimia. Todo queda escrito. Tanto en este exquisito relato tan bien condimentado, como la sucesión de comentarios, impecablemente iniciada por Anne. Es complicado añadir algo. Mejor gozar en silencio de este manjar selecto. Un abrazo.
Letrasdeagua: Muchas gracias por pasar. Me alegra muchisimo que te haya gustado. En este día helado lo mejor es un chocolate caliente y los generosos comentarios de todos ustedes. Un abrazo y gracias 🙂
Dios mío, que relato más delicioso, se me hace la boca agua al recorrer sus letras. Me encantaria poder compartir ese cafe y esas recetas mágicas contigo y tu amiga Alquimista. Fisicamente la distancia lo impide pero estate segura que soñaré con vosotras.
un saludo
Concha: si tienes la oportunidad de visitar el sur de esta tierra flaca y dispareja llamada Chile, cuenta con una humilde servidora. Soñar no cuesta nada, amiga mía y la vida está hecha de sueños. Este lo comparto contigo, asi es doblemente más dulce.
Un abrazo y miles de gracias por tu visita.
Qué bien poder disfrutar con una lectura así, querida chrieseli. Este texto es una bella sinfonía de palabras, olores y sabores… Palabras que tienen vida propia y donde todo pasa como en un mágico caleidoscopio girando a enorme velocidad.
Me ha encantado esta hermosa partitura de letras.
Un fuerte abrazo.
Querido Luis: Encantada estoy yo con tu comentario. Un abrazote también para ti y las gracias por tus siempre agradables visitas.
Decirte lo que te han dicho otros, resulta soso. Me gusta este sabroso relato que se saborea por si solo dejando en el paladar ese regusto a dulce, que nos transporta a la niñez. Me gusta mucho como escribes, pues pones ingredientes de amor por todos lados y eso se nota.
Algo que se «cocina» sin amor, resulta soso. Y tú le das tu propio toque. Así te sale; pura ambrosía para los sentidos.
Seguiré dándome atracones como este.
Un saludo.
Pipermenta: me gusta verte seguido por acá y te agradezco las visitas. Muchas gracias también por los elogios de mis historias. No es difícil lograr buenas historias con personajes tan ricos y tan generosos, como son los chocolates que prepara esta Alquimista de las Cosas Dulces.
Un abrazo y miles de gracias nuevamente
No me gusta ser redundante, pero como dijeron antes…yo te imaginaba a vos «Alquimista de Palabras»…que me has transportado con este relato unos instantes a mi vida pasada por ese Sur Cordillerano, a las cocinas…mmm y al chocolate! Lo único que me faltó para que tu relato sea perfecto fue el olor a ñires y lengas mojadas, mezclándose con el horneado de una torta de chocolate y un paisaje de montañas colándose por mi ventana…Gracias por este regalo…y por volver! (no te escapes tanto tiempo otra vez eh!)
Clau:sin duda que el sur se vive distinto, se come distinto y se respira distinto y una vez que te ha tocado vivirlo, no se olvida. Aquí estoy un poquito más arriba de la tierra de las lengas y los ñirres, pero los días grises se combaten de la misma forma. Un buen fuego, una copa de vino tinto y por supuesto alguna historia, de esas que te han gustado tanto.
Miles de gracias por tus visitas y tu entusiasmo.
Un abrazo
Fanou: ohhh, no tienes idea cuánto «recomponen» esos chocolates, sobretodo con este tiempo que va de gris en gris. Un abrazo y miles de gracias por pasar a visitarme 🙂
Eduard: ¡¡no te arranques nada que acá llueve como si fuera el diluvio!!. Un abrazo grandote por tu siempre amable comentario.
Muchas gracias
De pronto tengo un gran deseo de tomar una de esas porciones mágicas chocolateadas…
Anne acertó, pero eso ya lo sabías, ¿verdad? te construyes entre olores y sabores, entre magias y realidades, entre los colores de tu tierra, entre los sentimientos que te unen a ella, entre esto y lo otro has esculpido un estilo propio.
Me arranco la camisa. (Es una tradición gitana en las bodas)
No sé si te has dado cuenta chrieseli de que, en este relato de la Alquimista, te has retratado a ti escribiendo, o por lo menos como te imagino escribiendo. Elaboras textos que huelen y saben y donde se nota un gran conocimiento interior. Eliges palabras sabrosas, las sobrepesas y las colocas en el lugar adecuado con maestría de chef pastelero.
Un abrazo,
Anne: eres un amor y siempre tan aplicada, llegas primero que nadie. Te agradezco en el alma tu apoyo constante y tu alegría. Un abrazo