En la página blanca está el universo entero. La vida que siempre soñó, la que pudo haber alcanzado y todo aquello misterioso y abyecto que alguna vez siquiera pensó, está ahí, esperando que avancen las palabras, que se forme la historia.
Por años este relato estuvo guardado en su mente, por años, fue como una pequeña voz que, por momentos, se escuchaba débil. Muchas veces apareció en sus sueños, juguetón, muy parecido a recuerdos, pero con vida propia. Despertaba sobresaltada, con una confusión de personas y de voces, que no le pertenecían, pero que de algún modo, habían alcanzado su inconsciente.
Un día decidió empezar, tímidamente, con lentitud. La página blanca era una invitación seductora, pero difícil. Se enfrascó en detalles como la tipografía o el color y no llegó nunca a completar un párrafo. Se sintió fracasada.
Olvidó el ejercicio por algún tiempo, pero la obsesión es de todas las enfermedades, la más fuerte. Sentía que esta práctica podría liberarla de algún modo. Volvió con decisión una vez más, pero nuevamente detalles superfluos la sacaron de contexto. Intentó con cartas, pero las sentía ridículas y poco amigables. Intentó con versos, pero eran desabridos y poco originales.
Un día, sin proponérselo, encontró un buen objetivo. Decidida, se enfrentó nuevamente a esta página blanca, burlona y esquiva y con profunda convicción, empezó. Encontró el tiempo y la música para su obra, encontró el color y la tipografía. Encontró los personajes que siempre estuvieron en su mente y que lentamente y de a uno, venían a su cabeza con la gentileza de esperar hasta que lograba escribir toda la historia.
Y está ahí, ahora, escribiendo frenéticamente. Las palabras brotan de sus manos a un ritmo más rápido que su propia mecanografía, buscando lugares ignotos y encontrándose nuevamente con todos estos díscolos fantasmas del pasado, que se convierten lentamente en historias.
Es seductor el ejercicio, es liberador, como pensaba, y a la misma vez le atrapa, lentamente, a este universo paralelo, donde todo es historia, donde todo es una realidad ajustada, relativa, complicada, pero al mismo tiempo simple. Donde todo encaja con perfección, donde ella maneja el tiempo y el espacio, en una euforia silenciosa que no le permite parar.
Ahora, en la página blanca ya no hay sólo una invitación, es la misma seducción que crece cada día, que le incita, que le busca, que se muestra y por momentos la escritora es personaje y los personajes son los que escriben su universo. Como en los sueños.