Reencuentro

«Encuentre a sus antiguos compañeros de colegio, vecinos y gente del pasado con la que le gustaría contactarse». Así reza el aviso en la página de internet y me pregunto quiénes son las personas más importantes de mi vida con las que me gustaría volver a hablar, después de tanto tiempo. Pruebo.

Vienen a mi memoria varias caras, algunas con nombre y apellido, otras imágenes solas en lagunas de mi existencia. Busco los nombres de los que me acuerdo. De pronto, pienso en mi infancia, mis ocho años, cuando todo era sencillo, diáfano, ideal, cuando creía que todo era posible. Cuando soñaba ser médico, sólo porque me gustaba el instrumental. Cuando la compañía de los amigos era franca y simple, el día era más largo, el verano interminable y el calor del hogar estaba garantizado. El rostro de mi mejor amiga de la niñez viene claro a mi memoria. Escribo su nombre y de la pantalla aparece una mujer, alegre, diferente, pero algo en ella es familiar. La sonrisa que exhibe es la misma, el color de su pelo, sus ojos. Todo podría ser. Escribo tímidamente una nota. Espero una respuesta sin mucha efusividad y cierro la sesión.

– Eres tú, claro que te recuerdo, han pasado 25 años desde entonces, mis padres se fueron a la capital, donde yo vivo ahora. Aún recuerdo a los compañeros del curso, aún me acuerdo de tu cara y de nuestros bailes, en los cumpleaños infantiles- , escribe mi amiga reencontrada, después de tanto tiempo, en la pantalla de su computador, respondiendo mi escuálido mensaje. ¡¡¡Esto sí que es fuera de serie!!!. Nos conectamos nuevamente, después de este espacio inconmensurable en el tiempo y mido mis palabras, que brotan solas del teclado poniéndola al día de todo lo que se ha «perdido» por estar tan lejos.

Le cuento de mi vida, en un rápido y somero resumen, sólo para tener varios hilos de temas de conversación, para un diálogo que fluirá sencillo y diverso más adelante. Pienso en sus trenzas apretadas, sus anteojos grandes,  su nombre viniendo inmediato a mi mente cuando preguntaban los niños, ¿quién es tu mejor amiga?, el aroma de su hogar, la simpatía de su madre. Pienso que nos hemos perdido de tanto, pienso si ella recuerda esos detalles también. Pienso si ella cree en lo mismo, si todavía quiere ser profesora, si de adolescente le costó tanto como a mí descubrir la que iba a ser. Recuerdo los dulces que preparaban en su casa, los días soleados en la escuela, el patio polvoriento, la clase, los condiscípulos, el aroma de la cera en los pisos, el tarrito con monedas para hacer los beneficios de fin de año. Los cumpleaños, los regalos, los recreos tomadas de la mano, jugando a lo que fuera en un  tiempo eterno, en el que no habían penas de amor, ni materias atrasadas, no eran de fiestas ni envidias, eran sólo juegos, sólo la simpleza misma de la vida, en los ojos asombrados de dos niñitas de ocho años.

Cuando te fuiste, pienso, ni siquiera nos despedimos, era tan vago todo y tan primordial. Simplemente creímos que la amistad era para siempre. No tengo dolor de ese recuerdo. Nunca nos comunicamos, sólo guardamos las que fuimos para seguir avanzando. Me pregunto cuándo fue la primera vez que te enamoraste, si eres feliz, como éramos entonces o si esta vida esquiva y dorada te ha tocado con suerte y alegría, como siempre quisimos la una de la otra.

Escribo todavía mi pequeño resumen que está alargándose demasiado. Me llega tu respuesta en pocos días y una magia bonita me invade, cuando te digo francamente AMIGA. Pienso que nunca lo dijimos antes, sólo nos hicimos sentir como tales. Pienso, si nos vemos nuevamente, cara a cara, nos abrazaremos dramáticamente o sencillamente retomaremos el hilo de nuestra conversación desde donde quedó, cuando te fuiste.

Creo que tenemos tanto por contarnos, pero probablemente sea sólo mi impresión. Nuestras vidas han seguido caminos tan distintos, como diversas son las personas. Ya no recuerdo tu color favorito ni sé tu tendencia política. No te he preguntado si quieres ser madre y si la vida en general te satisface. Sólo recuerdo tu bolsón  y nuestras risas en el patio. Sólo recuerdo lo esencial de la vida, que siento se hizo visible a nuestros ojos, esos días en que nos acompañábamos, los largos inviernos que pasamos compartiendo el salón, las tareas, el pan con mermelada y una sincera sonrisa y un abrazo, al final de la tarde, antes de llegar al hogar. Eso recuerdo, y si creo correcto no hay nada más  importante para que valga la pena seguir escribiendo. El espacio ideal de mi niñez se llena con nuestros recuerdos. No tengo fotografías, tal vez tú sí, pero las memorias de mi corazón son más, sin duda alguna, que todas las instantáneas que pudimos habernos tomado juntas.  Siguen las preguntas en mi mente, pero no me importa, ya estamos en contacto.  Trato de ponerme al día con lo que la vida nos quedó debiendo y sigo escribiendo. Vale la pena, amiga, vale la pena.

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