Remolinos

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Haber seguido siendo el que era , había sido de las decisiones más difíciles de su vida. Haber seguido viviendo en función de miles de fantasmas que moraban la casa, había sido de todo lo más complicado. Pero las cosas pueden cambiar, escuchaba de una voz. La vida inevitablemente te toma, te alcanza.  Hay más allá que todo eso, decía esa criatura pequeña , inusual, valiente, que había viajado desde el otro lado del mar, sólo para poder tocarle. Él le miraba arrobado y sólo podían fundirse en un abrazo.

Violentamente el joven regresa de su ensoñación, una ventisca de nieve golpea con furia su parabrisas. Los blancos copos se vuelven amenazadores y cubren su visión. Escucha aún la voz susurrándole hermosas palabras en un idioma que siempre relacionará con el amor.

Corre perdido en la autopista, tratando de alcanzar a llegar a la reunión. Va atrasado. Odia ser impuntual. Piensa, en el camino, en los planos que tiene que entregar, y que aún no ha terminado, en la lista del supermercado, en los detalles de la reunión y en aquella gotera molestosa que sale de la llave de la ducha que no ha podido corregir como quisiera. Piensa en su empresa, levantada con sangre, sudor y lágrimas, trabajando sin descanso, más allá de lo aceptable. Odia estar en tranquilidad, tener un día flojo. Los pensamientos, las recriminaciones, los planes inconclusos y su misma levedad le juegan malas pasadas y por eso se mantiene siempre ocupado, asi en las noches duerme como piedra y no sueña con lo que sabe jamás podrá ser. Porque así lo ha decidido y sus decisiones son inapelables y definitivas, aunque literalmente se le parta el corazón.

Por algunos segundos no repara en el carril de la derecha, dos Porsche vienen haciendo carreras desde hace rato y no dejan a nadie conducir en tranquilidad. Sigue nevando. Sigue pensando en su larga lista de deberes y no repara en el gigantesco camión que atraviesa su cola por la pista.

En la cama blanca de  la pieza iluminada, abre sus ojos. Ha soñado con el lago, los perros y los botes. La aguas azules y diáfanas, el día soleado, pero con aquella brisa suave que benévolamente le protegía. Avanza el bote en el lago, escucha el suave golpeteo de los remos y mira con emoción a aquella que está frente a él. Por un minuto parece tocarla, por un instante nada más. Se borra la imagen y siente un dolor penetrante en sus extremidades. Intenta mover su cabeza afiebrada. La enfermera le acerca el vaso con agua y la medicina. El médico le indicará, fríamente, su situación. Tres costillas quebradas, las dos piernas fracturadas y varios golpes y hematomas de diversa gravedad. Como una lista de supermercado, aquella que olvidó por completo ahora, se imagina la lista de sus dolencias, calcula los días que permanecerá internado y por un segundo nada más, respira aliviado.

¿Vale la pena? ¿Perseguir este conejo esquivo que se aleja cada vez más? Intenta olvidar estas frases, eliminar estas sentencias de su memoria, pero se le aparecen una y otra vez. Quiere dormir, quiere escapar, quiere moverse y sólo viene esa voz suave a su cabeza, diciéndole que lo esencial es invisible a los ojos y que la felicidad está justo ahí, entre ellos. Las fotografías de su corazón aparecen por todas partes en una vorágine absurda y confusa que se niega a desaparecer, que le perturba, pero no sabe si son las medicinas y su estado o es la vida que le hace dar esta vuelta que no ha pedido, para amargarlo y mostrarle de lo que pudo haber sido y no fue, por su propia decisión.

Escribe como puede pequeñas notas a los que ama. Espera salir de este lugar lo más pronto posible. Piensa nuevamente en esos días junto al lago, cuando se levantaba el viento que venía de las montañas y se formaban remolinos en la  tierra, le parecían tan atrayentes, como si fueran parte de su propia naturaleza. Ahora está en medio de ellos.

La vida y el dolor son maestros, escucha nuevamente de la voz que viene de su pasado. Espera poder aprender.

5 comentarios en “Remolinos

  1. Hermoso y triste, pero real así es la vida, te pasa la cuenta cuando uno menos la espera, pero hay que seguir luchando mientras queden fuerzas.-

  2. Ay, no hay peor juez que nuestra propia conciencia cuando nos acusa de haber sido necios por haber adoptado decisiones obedeciendo lo dictado por la razon, haciendo caso omiso a los sentimientos que emanan del corazon ! siempre la vida se encarga de cobrar la cuenta..

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