La Nuit de Carmen

Facundo se subió los pantalones, tiritando. Esto de ir a orillas del río, entre los pastos subidos, estaba bueno para los chicos, pero nosotros ya no lo eramos y francamente llevábamos un buen tiempo en estas maromas de colegiales. Todo por culpa de la indecisión de Facundo y mi marido Juan.

El policía Juan Angel Iturrieta se paseaba esa noche, cumpliendo una ronda de rutina, por el casco antiguo de la ciudad. El ruido de sus pasos se amplificaba por las construcciones del pasaje del Fundador. La noche estaba tranquila. El aire del río se venía sereno a sus narices. Por ahí escuchaba algún quejido a la lejanía y se burlaba para sus adentros. Quizás a quien le estaban poniendo los cuernos esa noche. Era por todos sabido que a falta de un techo, las parejas de adolescentes, los maricones e incluso aquellos que faltaban a su promesa de fidelidad matrimonial, buscaban los pastos a orillas del río, para holgar por unos momentos, que se hacían de miel y sudor, al abrigo de la pasión que nublaba las mentes caldeadas por el ritmo, monótono pero placentero, del sexo al descampado.

Eso estaba destinado a cambiar. El hombre misterioso que vino desde la capital y compró el terreno baldío cercano al hospital, empezó a construir sin demora. Publicó en todas partes, aunque no hubiera sido necesario, que su intención era tener el primer establecimiento en el pueblo que le diera la dignidad necesaria a todos aquellos que se escabullían por la rivera, congelándose el trasero en el invierno y llenándoselo de picaduras de mosquitos en verano, por el derecho inalienable y esencial del ser humano de poder tirar como Dios mandaba, en una cama de sábanas limpias, con cortinas y puertas que les separaran del mundanal ruido y del qué dirán, a un precio razonable, no faltaba más. Y fue tanta su prisa y su empeño, que en menos que canta un gallo, ya estaba a punto de inaugurar.

Facundo me llegó con la idea del motel, como si eso nos diera un nuevo aliento. Carmen, me dijo, se va a llamar la Nuit, como aquella canción que escuchábamos cuando eramos chicos, te acuerdas?. Sí, la misma que tocaron cuando me casé con Juan Angel, porque tú tarado, te echaste para atrás con lo nuestro y me dejaste botada en este pueblo donde todo el mundo habla. Vamos, dale, vamos, me insistió con su sonrisa perfecta, esa que me conquistó cuando tenía catorce, que me sedujo de nuevo, después de los veintiuno y que me había dado dolores de cabeza, una úlcera al duodeno y sólo Dios sabía la cantidad de sustos y carrerones que había tenido que pasar. Vamos, le acepté al final.

El policía Juan Angel Iturrieta no podía creer lo que le decían. Sus ojos se agrandaron, su tez se volvió color berenjena y un profundo calor ahogó su garganta. Herbert, el gordito de cachetes colorados, que había aceptado el puesto de recepcionista del nuevo motel, se le reía en la cara. Si te están cagando, tarado. Yo mismo los ví, de la mano como tórtolos, haciendo la reserva de la habitación. Es esta noche. Esta noche te ponen los cuernos, idiota.

Era sábado. La noche estaba en paz, interrumpida sólo por los murmullos que venían de la nueva construcción. Estaba lleno. Cada habitación tenía una pareja que gozaba por primera vez de este lujo. Tal como había prometido el hombre de la capital, una cama cómoda, sábanas limpias, cortinas de gruesas cretonas, puertas de lenga que se cerraban herméticamente, aislando la fiebre poderosa de la calentura entre estas cuatro paredes. Allí estaban Carmen y Facundo, por primera vez desde que tenían memoria, desnudos completamente, mirándose a la luz de un bombillo y no de la luna. Sonrieron. Se abrazaron. Se dieron un tierno beso. Se abrió bruscamente la puerta. Se escucharon los tiros.

El policía Juan Angel Iturrieta había irrumpido en dos puertas antes de dar con la de su mujer y su amante. Le pegó un disparo certero a ella y otro, un poco desviado, a él. Aún tenía ese calor ahogándole la garganta. Se acercó lentamente y de un sorbo voraz, se bebió todo el vaso de agua, que tenía marcados los labios de Carmen. Conmigo nunca te pintabas, puta, dijo antes de salir.

Caminó a los estacionamientos, sintiendo miles de ojos posados en su espalda. La noche aún cubría todo. No pensó en nada. No dijo nada. Pasó un tiro a la recámara y se quedó en suspenso. Recordó la risa miserable del gordito. Vió su uniforme con las pintas de sangre de ambos cuerpos. Escuchó el ulular de la ambulancia. Miró atentamente el firmamento. Apuntó con precisión y con fuerza. Cayó y sus sesos dejaron una marca color berenjena, en el pavimento recién inaugurado.

N de la R: Este relato, inspirado en un comentario que hizo, en una entrada anterior, nuestra amiga Claudia Ibañez. Para ella con cariño, a la manera de Historias ciertas y otras no tanto.
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28 comentarios en “La Nuit de Carmen

  1. Recuerdo el comentario de Claudia que inspiró esta entrada, me alegra ver cómo continuamente todos nos vamos retroalimentando y creciendo con el diálogo. Saludos!

    • Querida Anne: disfruta tu estadía en las hermosas playas de Normandía, que es a donde presumo vas. No olvides las fotografías, mira que tus vacaciones siempre inspiran mis relatos. (recuerdas el barco en la nieve?)
      Un abrazote grande y nos vemos 🙂

  2. Trágica historia que sin embargo leída por tu magnífica prosa se convierte casi en un lamento de amantes desgraciados y maridos de triste figura.
    Me ha parecido un muy buen relato.
    Salut

  3. Tu relato me traslada a la vida en otras tierras, donde las instintos guían las manos de las gentes. Pobre Claudia, no consiguió disfrutar del sueño de su enamorado. Un saludo

  4. Querida chrieseli: Creo que cuando escribes nunca olvidas que cada persona es un mundo, mundo que no puede explicarse ni comprenderse sin tener en cuenta todos los otros mundos, que, como decía Eduard, también están en éste.
    Tu estilo mejora día a día.
    Un fuerte abrazo.

    • Querido Luis: el agradecimiento siempre inmenso por tus amables palabras y tienes razón, creo firmemente que todo en esta vida es producto de la simbiosis entre unos y otros.
      Un abrazo como siempre

  5. Hola chrieseli, ufffff pensé que era yo pero volví a la realidad, eso me pasa por meterme tanto en el cuento pero cuando sonó el disparo desperté de mi letargo, como defensor del amor me encanto el cuento, un poco trágico el desenlace para mi edad, saludos

    • sinBalas: la existencia está compuesta de amor, muerte y vida. Son los tópicos por excelencia. Basado en un hecho real, donde el amor fue castigado por no ser suficiente, según el que tiró el gatillo 🙂
      un abrazo y gracias por pasar.

  6. Cerecita ¡te estás eduardizando! ¡Qué barbaridad! Claro, me refiero al tema, jamás al estilo. El toque autóctono y femenino son inconfundibles e irrepetibles. g. dice pobres amantes. Yo digo pobres los tres. En todo tipo de triángulos, lo que pasa en una esquina repercute en las otras dos, para bien y para mal.

    • M: qué sorpresa verte por aquí. Muchas gracias por la comparación. Para mi gusto personal, Eduard es el maestro del «relato negro».
      En estas relaciones tortuosas, siempre hay perdedores. Un abrazo y gracias por pasar.

  7. Un relato muy suelto que se lee fácilmente y casi sin respiro. Una crónica, como bien apunta Anne, en dónde la infidelidad se paga de forma rauda y sin más contemplaciones. Te quedó muy limpio.
    Un abrazo.

  8. Una crónica con un acabado perfecto. Como con el vino te está pasando, a medida que transcurre el tiempo y te nutres de tus propios trabajos vas a mejor, vas hacia arriba, hacia el éxtasis a tus pies, desde el escritorio donde escribes, desde la habitación que habitas, desde tu humilde posición serás dueña del mundo, de sus personajes y pasiones.
    Y no digo más porque no dispones de suficiente espacio.

    PD Siento haberte abandonado un poco las últimas semanas. Ando liado con las adversidades eventuales entre la vida y la muerte de familiares muy cercanos y creo que estoy un poco fuera de mi.

    Besos

    • Eduard: Nada de disculpas ni explicaciones. Esta es tu casa y puedes venir cuando quieras. Siento mucho lo de tus familiares. Un abrazo grandote desde este lado del planeta y las gracias siempre por tus elogiosos comentarios.
      Un besote

  9. La nuit de Carmen sonaba muy pasional, muy romántico y acaba en un baño de sangre! Tu relato me recuerda de alguna manera al libro de García Marquez: Crónica de una muerte anunciada, quizá por la atmósfera, no sé muy bien. Lo que sí sé, después de leer vuestros relatos, es que en vuestros pueblos no se andan con chiquitas! Es broma!
    Un abrazo,

    • Anne: Me halaga la comparación. He llegado hace mucho a la conclusión que en los pueblos chicos, nunca pasa nada, pero cuando pasa, ufffff, hay que estar preparados.
      Un abrazo y miles de gracias por pasar

      • Eso es cierto, por ese motivo abundan en literatura las historias situadas en lugares tranquilos y pequeños, donde precisamente parece que nunca va a pasar nada. Es esta tranquilidad y sensación de cercanía la que ayuda a la explosión de acontecimientos.
        El relato me ha gustado mucho. Más que a Marquez, a mi me ha recordado al estilo de Cormac McCarthy, pasando del la paz a la violencia y uniendo el camino de los personajes en un punto común fatídico.

        Saludos

        Esperando el terremoto

        • Señor W: Muy bienvenido a esta bitácora. Honrada por su comentario y comparación. Cormac McCarthy se ha levantado firme después de la exhibición del film basado en su última novela, The Road.
          Creo que existe un hilo conductor muy delgado que traspasa la «onda» entre la paz y la violencia, como en una espiral. El desenlace fatal, creo, depende de qué tan intensa sea esa «onda».
          Espero verle por aquí otra vez. Saludos desde la tierra que ya no tiene que esperar por un terremoto.

  10. Pintado!! Con maestría…como si hubieras estado ahí…qué bueno que te quedó Chrieseli…no si es que los pueblos…son así en todos lados, pero este…era como una crónica casi perfecta y con altura literaria de ese día clave. Maravilloso!! Y no hay mucho más para decir…(no sabés con qué entusiasmo leía…) Un abrazote grande!!

    • Querida Clau: me alegra muchísimo haber podido entrar en esta historia, escuchar a sus personajes y hacerlos revivir, por el instante que dura la lectura, su afanoso destino. A veces, me pasa asi. Tal vez sean los pueblos, que te inflaman la imaginación.
      Un abrazote grande para ti también y las gracias dobles esta vez, por tu entusiasmo imbatible y por haber tenido la gentileza de compartir esta historia, que hemos disfrutado tanto.
      Saludos

  11. Como siempre gran descripción de la vida del campo y sus propias maneras de resolver sus asuntos amorosos. Ese amor en descampado, culposo y poco disfrutable, con sabor de engaño y amor entre matorrales.
    En esta ocasión hemos coincidido en el tema de la infidelidad. Saludos

    • Minicarver: así veo, en una visita breve que hice a tu casa. Creo firmemente y lo he dicho antes, que una suerte de simbiosis nos va uniendo virtualmente. Me alegra.
      Un abrazo y gracias por pasar.

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