El castor y la comadreja

Cuando las comadrejas eran más chicas, poblaban la tierra. Habían millones y millones de pequeñas comadrejas que vivían en la pradera, y tenían sus pequeñas madrigueras donde vivían de dos y hasta tres pequeñas comadrejitas, la mamá comadreja y el papá comadrejón. Los comadrejitos eran más bien escasos, asi que cada vez que había uno en la familia era una tremenda celebración, aunque las mamás comadrejas prohibían en las fiestas Coca Cola y papas fritas.

Las pequeñas comadrejas jugaban en la pradera y el viento le agitaba los pelitos de sus cabezas, corrían libres y contentas, pero un día, escucharon un sonido atronador, y muchas risas desconocidas. Siempre las mamás comadrejas habían prohibido acercarse a desconocidos, pero las comadrejitas eran curiosas y esta pequeña Comadreja se acercó lentamente, para investigar.

Había un grupo grande de castores, todos risueños y molestosos, tomando Coca Cola de una caja grande que después la Comadreja supo que se llamaba cooler. De ahi sacaban también otras cosas divertidas, tenían que serlo porque se mataban de la risa, después de tomarlas o comerlas y andaban todos en boogie, con una pequeña colita de zorro, que después la Comadreja se enteró que era artificial y unas banderitas chicas colgando de la antena.

Era tan divertido y novedoso todo, que la Comadreja se fue acercando hasta que uno de ellos le habló. Le dijo, hola, yo soy Castor, ¿quién erís tú?. La comadrejita se asustó y apenas dijo su nombre, pero el Castor era super simpático y convidoso, inmediatamente le pasó unas papas fritas y Coca Cola, que la Comadreja rechazó, no quería que su mamá la castigara por esto también, pero el Castor se burló y le dijo: ¡bucha que eres regodiona Comadrejita.! ¿¿Querís andar en mi boogie mejor?? Y la subió rapidito, le dijo que no tuviera miedo, que era super chori y le pasó unas gafitas graciosas para que no le entrara polvo en sus ojitos. Era realmente super chori volar en este boogie, sentir el viento en los pelitos de la cabeza y este Castor era un amigo nuevo, entretenido y convidoso.

Cuando volvió a su casa la Comadreja, ya era tarde y la mamá comadreja la retó y la dejó castigada, sin comer, pero la Comadrejita tenía en su bolsillito un pequeño paquete de papas fritas que se comió escondidita.

Al día siguiente y los sucesivos se arrancaba de la casa para ver al Castor y jugar juntos en este boogie divertido, con el viento en sus cabezas y riéndose contentos.

Un día el Castor le dijo, sabes Comadrejita, nosotros tenemos que irnos, porque ahora se viene el invierno y nosotros construimos nuestra madriguera. ¿Qué es eso? preguntó la Comadreja. Es un lugar bonito, donde uno está calentito, duerme casi todo el tiempo y tiene comida cerca, porque el invierno es helado y uno no puede andar en el boogie. Yo quiero conocer esa madriguera dijo la Comadreja, decidida. Pero tienes que irte de tu casa y dejar tus hermanas comadrejas y tu familia. Yo no tengo problema, dijo el Castor, me gusta abrazarte. ¿Abrazar? qué es eso? Esto, mira, y el Castor la abrazó, por un momento largo y caluroso. La Comadreja quedó prendada del abrazo.

¿Me dices que durante todo el invierno nos abrazaremos asi?. Sí, dijo el Castor, así será. Y a partir de ese abrazo, que era caluroso y bonito, la Comadrejita decidió que iría con el Castor a su madriguera y en las noches largas de invierno, la Comadreja divertiría al Castor contando la historia de las millones de comadrejas que un día poblaron la tierra.